Un amigo le preguntó a una amiga, que estaba con sus cuatro hijos chicos:
-¿Vos, a cuál de los cuatro querés más?
Sin pensarlo dos veces, ella le contestó:
-Quiero a los cuatro igual.
Como le había respondido tan rápido, no se quedó conforme y le volvió a preguntar:
-¿En serio me decís que querés a los cuatro igual?
-Ajá -dijo ella- eso dije, que los quiero a los cuatro igual.
-Mirá -respondió él- esa no te la creo, es casi prácticamente imposible que alguien pueda querer a cuatro personas de la misma manera, siempre hay alguna a quien se quiere un poquito más.
A la mujer no le gustó que él dudara de su palabra, pero se las aguantó y, después de pensarlo un rato, le dijo:
-Tenés razón, no quiero a los cuatro igual... Esperó un poco, tomó aire y siguió diciendo:
-Quiero más a quien se enferma… hasta que se cura, a quien tiene problemas… hasta que los resuelve, a quien está triste le quiero más a ese hasta que se alegra, quiero más a quien está afuera, hasta que vuelve. Luego, como hablando con ella misma, agrego:
-Sí, es cierto, yo quiero a mis hijas e hijos igual... pero los quiero a todos más.
Este es el misterio del amor de una madre, quiere a sus hijas e hijos igual, pero los quiere a cada uno más,
¿A vos te pasa lo mismo?
A Dios también le pasa lo mismo, porque él ama como una madre buena, perfectamente buena.
El ama a todos los seres humanos, sus hijas e hijos, igual... pero los ama a todos más. Este es el misterio del amor de Dios.
-¿Vos, a cuál de los cuatro querés más?
Sin pensarlo dos veces, ella le contestó:
-Quiero a los cuatro igual.
Como le había respondido tan rápido, no se quedó conforme y le volvió a preguntar:
-¿En serio me decís que querés a los cuatro igual?
-Ajá -dijo ella- eso dije, que los quiero a los cuatro igual.
-Mirá -respondió él- esa no te la creo, es casi prácticamente imposible que alguien pueda querer a cuatro personas de la misma manera, siempre hay alguna a quien se quiere un poquito más.
A la mujer no le gustó que él dudara de su palabra, pero se las aguantó y, después de pensarlo un rato, le dijo:
-Tenés razón, no quiero a los cuatro igual... Esperó un poco, tomó aire y siguió diciendo:
-Quiero más a quien se enferma… hasta que se cura, a quien tiene problemas… hasta que los resuelve, a quien está triste le quiero más a ese hasta que se alegra, quiero más a quien está afuera, hasta que vuelve. Luego, como hablando con ella misma, agrego:
-Sí, es cierto, yo quiero a mis hijas e hijos igual... pero los quiero a todos más.
Este es el misterio del amor de una madre, quiere a sus hijas e hijos igual, pero los quiere a cada uno más,
¿A vos te pasa lo mismo?
A Dios también le pasa lo mismo, porque él ama como una madre buena, perfectamente buena.
El ama a todos los seres humanos, sus hijas e hijos, igual... pero los ama a todos más. Este es el misterio del amor de Dios.
El ama a todos los seres humanos, a quienes creó, de la misma manera, pero ama más a quien la esta pasando mal, porque está enfermo, desorientado, triste, ausente... El ama a todo el mundo igual, pero cuando lo necesitás te ama especialmente a vos. ¡Te ama como si fueras la única persona en el mundo! El ama tanto a todo el mundo, que mandó a su Hijo Jesucristo para mostrarnos y contarnos de que manera nos ama, para que todos los que creen en él tengan una vida llena de amor.
Jesucristo habla para todos, pero si le prestás atención verás que es como si te hablara sólo y directamente a vos.
Su mensaje es como una carta de amor, con tu nombre en el sobre.
¿Escuchaste el mensaje de amor de Jesús alguna vez?
¿No querés escucharlo?
Jesucristo habla para todos, pero si le prestás atención verás que es como si te hablara sólo y directamente a vos.
Su mensaje es como una carta de amor, con tu nombre en el sobre.
¿Escuchaste el mensaje de amor de Jesús alguna vez?
¿No querés escucharlo?
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