Con más de 150 años de presencia en nuestro país, la Iglesia Evangélica Metodista Argentina es una comunidad cuya fe se basa en Dios Padre, Jesucristo el Hijo y el Espíritu Santo, bajo la autoridad de la Biblia. Con sus raíces en la Reforma Protestante del siglo XVI, el movimiento espiritual y social metodista fue impulsado por John Wesley en Inglaterra.
La vida en Comunidad
Cada una de nuestras congregaciones es una comunidad de creyentes con una participación muy activa conforme a sus dones y capacidades en las diversas actividades de la Iglesia. Los pastores y pastoras son ordenados para guiar a la iglesia requiriéndose para ello varios años de estudios.
Estas comunidades locales se organizan en regiones que abarcan gran parte del territorio argentino. Las distintas regiones responden también a una organización nacional coordinada por un Obispo. Todas las funciones y cargos en los ámbitos local, regional y nacional se deciden en Asambleas con la participación democrática de todos los miembros, la mayoría de los cuales son laicos.
Somos una Iglesia autónoma relacionada fraternalmente con otras iglesias a través del Consejo de Iglesias Metodistas de América Latina y el Caribe (CIEMAL), del Consejo Mundial Metodista, del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) y el Consejo Mundial de Iglesias (CMI).
Nuestros sacramentos
La Iglesia Evangélica Metodista Argentina reconoce los sacramentos del Bautismo y la Cena del Señor. Ellos son signos y medios de gracia por los cuales los hombres ingresan a la familia de Dios renovando su comunión con Él.
Según J. Wesley, fundador del movimiento metodista, el agua del bautismo es “señal y pacto de la regeneración por el Espíritu de Dios”. De este modo la Iglesia Metodista en la Argentina entiende que el bautismo es un don del Espíritu Santo por el cual somos incorporados en Cristo, por la participación en su muerte y resurrección que nos compromete personal e íntimamente. El sentido del bautismo se renueva en la celebración continua de la Cena del Señor cada vez que la comunidad la celebre.
En cuanto a la Cena del Señor, donde compartimos el Pan y el Vino, todo creyente que, genuinamente arrepentido de sus pecados, desee confirmar el pacto de fidelidad con su Señor en la compañía de sus hermanos, participa con libertad de los elementos consagrados en Su Mesa, conmemorando de este modo, el sacrificio y entrega de Jesús en la cruz.
El avivamiento Wesleyano en Inglatera
Orígenes del metodismo en el Rio de la Plara
El metodismo en el Bicentenario (I Parte)
El metodismo en el Bicentenario (II Parte)
Metodismo en el Bicentenario (III Parte)
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Somos una Iglesia autónoma relacionada fraternalmente con otras iglesias a través del Consejo de Iglesias Metodistas de América Latina y el Caribe (CIEMAL), del Consejo Mundial Metodista, del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) y el Consejo Mundial de Iglesias (CMI).
Nuestros sacramentos
La Iglesia Evangélica Metodista Argentina reconoce los sacramentos del Bautismo y la Cena del Señor. Ellos son signos y medios de gracia por los cuales los hombres ingresan a la familia de Dios renovando su comunión con Él.
Según J. Wesley, fundador del movimiento metodista, el agua del bautismo es “señal y pacto de la regeneración por el Espíritu de Dios”. De este modo la Iglesia Metodista en la Argentina entiende que el bautismo es un don del Espíritu Santo por el cual somos incorporados en Cristo, por la participación en su muerte y resurrección que nos compromete personal e íntimamente. El sentido del bautismo se renueva en la celebración continua de la Cena del Señor cada vez que la comunidad la celebre.
En cuanto a la Cena del Señor, donde compartimos el Pan y el Vino, todo creyente que, genuinamente arrepentido de sus pecados, desee confirmar el pacto de fidelidad con su Señor en la compañía de sus hermanos, participa con libertad de los elementos consagrados en Su Mesa, conmemorando de este modo, el sacrificio y entrega de Jesús en la cruz.
Símbolo " La Cruz y La Flama":
Su creación se dio en los Estados Unidos, en 1968, cuando dos Iglesias (la Metodista y la Evangélica de los Hermanos Unidos) se unieron, formando la Iglesia Metodista Unida.
En ese año, un Concilio de la nueva Iglesia, (La Metodista Unida) nombró un equipo, liderado por Edward J. Mikula, para crear una marca "oficial" para la nueva denominación que surgía a partir de la fusión.
En el equipo de Mikula trabajaba Edwin H. Maynard que investigó los aspectos simbólicos de la marca "oficial". Tanto Mikula como Maynard, decidieron que cualquier símbolo que fuese creado, debería llevar alguna expresión de calor como aquella que John Wesley sintió, en su corazón, en la calle Aldersgate, en Inglaterra, cuando tuvo su experiencia religiosa, el 24 de mayo de 1738.
Por eso es que el equipo liderado por Mikula asumió el emblema que contiene la cruz vacía, recordando a Cristo resucitado, y la flama, recordando aquel calor extraño en el corazón de Wesley, en aquella noche de primavera, en la Inglaterra del siglo XVIII.
Además de eso, el simbolismo del emblema nos relaciona con Dios, el Padre, a través de la Segunda y Tercera personas de la Trinidad: Cristo (cruz) y el Espíritu Santo (flama).
Hay también otras dos connotaciones con la flama:
1º - Pentecostés, cuando fueron vistas sobre los primeros cristianos "...lenguas repartidas, como que de fuego, las cuales posaron sobre cada uno de ellos. Y todos fueron llenos del Espíritu Santo..." (Hch. 2:3-4a).
2º - La fusión de las dos grandes denominaciones norteamericanas, en 1968: La Iglesia Metodista y la Iglesia Evangélica de los Hermanos Unidos, representadas en la doble flama.
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