15° Domingo de Pentecostés – 17 de
Septiembre de 2017
Leemos: Mateo 18:21-35
El
texto del Evangelio de hoy es la continuación del pasaje del Domingo pasado. El
texto hablaba de las instancias de reconciliación en el ámbito de la comunidad
de seguidores y seguidoras de Jesús.
En
ese contexto Pedro pregunta por la cantidad de veces que hay que perdonar. Y
pregunta si hay que perdonar hasta siete veces. En el libro de Amós se menciona
ocho veces que se perdonará tres veces, pero la carta vez no. En la misma línea
el Talmud Babilónico da cuenta de las discusiones de los rabinos sobre la
cantidad de veces que hay que perdonar y postula tres veces. Por ende, Pedro
tiene una mirada superadora sobre este tema. El número siete tiene mucho
significado para el pueblo judío, implica integridad, completo, totalidad, etc.
Es interesante que haciendo Pedro un planteo tan superador de la tradición, se
queda tan “corto” en comparación al planteo de Jesús. Jesús dice “setenta veces
siete” (490) tenés que perdonar al hermano/a que peca contra vos.
Si
el número siete de Pedro implicaba integridad, completo, totalidad, la
propuesta de Jesús no tiene límites, es ampliamente superadora.
Para
fijar esta enseñanza Jesús cuenta la parábola del siervo que no quiso perdonar.
Un rey tenía un siervo que le debía una cantidad enorme de dinero, algo así
como el sueldo de quince años de trabajo. Como este siervo no le pagaba, el Rey
fue contra él, contra su mujer, sus hijos y sus bienes, para cobrarse la deuda.
Este siervo le pidió paciencia al rey, que tuvo misericordia y le perdonó
(toda) la deuda. Al salir el siervo se encuentra con un consiervo que le debía
una pequeña cantidad de dinero –sobre todo, pequeña en comparación con la suma
que el rey le acababa de perdonar- y lo empieza a presionar para que le pagara
esa deuda. Este siervo, pide paciencia (usando las mismas palabras que el otro
siervo con el rey) pero no le concede su pedido, sino que lo envía a la cárcel.
Los otros consiervos al ver la situación, le van a contar lo sucedido al rey,
que llamando al siervo al que le perdonó la deuda, le recrimina su accionar
injusto y lo termina enviando a los verdugos.
No
hay duda alguna en que la propuesta de Jesús es que quienes lo sigan sean
personas que sepan perdonar. Los cristianos y cristianas somos deudores del
amoroso y enorme perdón de Dios. Y ese perdón gratuito que hemos recibido, nos
debe guiar a ser agentes de perdón.
Ahora
bien, algunas personas leen de forma literal este pasaje, entendiendo que el
“perdonar setenta veces siete” es una ley bíblica general. De esta manera,
postulan que siempre hay que perdonar, no importa qué, no importa cuánto, no
importa cómo, no importa el tipo de pecado, quien sigue a Jesús siempre debe
perdonar. Todo lo debe perdonar.
Esa
manera de leer el texto bíblico sacándolo de contexto deforma su enseñanza
original. No podemos olvidar livianamente que el perdonar “setenta veces siete”
tiene que ver con las instancias de reconciliación en la comunidad de
seguidores y seguidoras de Jesús. No es una enseñanza general, una regla de
oro.
Este
contexto de reconciliación nos ayuda a interpretar de qué manera debemos
perdonar setenta veces siete. Cuando alguien peca contra nosotros y existe la
instancia en la que vamos y planteamos la situación que nos ha causado daño o
nos ha perjudicado; Confrontando al pecador para que de cuenta de su accionar y
vea las consecuencias de sus actos. Si no quiere escuchar o no entiende, se
avanza con el proceso de reconciliación buscando ir con otros hermanos que
ayuden para esto.
¡Qué
lejos queda, entonces, el perdonar “setenta veces siete” de perdonar cualquier
cosa!
Vivimos
en una sociedad atravesada por los conflictos y los enfrentamientos. Hay personas
que guardan rencor hacia otras personas por diferentes motivos. Presenciamos -y
en algunas oportunidades vivenciamos- altos niveles de enojo y aspereza. En la
misma línea, vemos diferentes tipos de violencia. La relación entre los
diferentes grupos sociales es básicamente injusta. Vemos a diario conductas y
actitudes destructivas.
Y es
en medio de esta sociedad en la que nos toca vivir que tenemos que obrar y dar
testimonio. No se trata de perdonar cualquier cosa a cualquier precio.
Solo
habrá paz, cuando exista el perdón. Sólo habrá perdón, cuando haya
reconciliación. Sobra habrá reconciliación cuando haya justicia. Sólo habrá
justicia cuando salga a la luz la verdad.
Quiera
Dios, que no desvirtuemos el Evangelio con prácticas o consejos basados en una
mala lectura bíblica, que aleja al texto de su mundo y contexto.
Quiera
Dios también, que podamos ser agentes de
perdón y reconciliación, buscadores de justicia y de verdad, en una sociedad
que necesita tanto.
P.
Maximiliano A. Heusser
Córdoba, Argentina.
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