martes, 19 de abril de 2011

Domingo 17 de abril de 2011 "Domingo de ramos"

Texto: Mateo 26.14-27


Todo triunfo presupone adversidad
    Los triunfos en la vida, en nuestras vidas al menos, significan logros, objetivos cumplidos, metas alcanzadas. ¿De qué otro modo sino, medir un triunfo sino como la derrota de aquello que nos era adverso en la vida?
    Este domingo en particular, para toda la cristiandad en el mundo, representa algo de este triunfo del cual hablamos: domingo de ramos, palmas o de “entrada triunfal” según las tradiciones culturales donde nos hallemos parados.
    Ahora bien, más que interesante el texto propuesto para este domingo en particular en donde, ni la mención al burrito en el cual entra Jesús a Jerusalén o la multitud de discípulos aparecen siquiera mencionados y en cambio se nos ofrece, una cena en la intimidad de los amigos pero, enmarcada por el horror de la traición.
    Quizás sobre un texto tan conocido como este no tengamos mucho más que agregar pero al menos, hay dos o tres elementos que me gustaría rescatar para que estemos meditando en esta semana santa, en esta semana de espera paciente hacia la Resurrección de Jesús en la Cruz de la Victoria.
   El costo es lo de menos, la intención es lo que cuenta (vers.14-16). Quizás dos datos curiosos a tener en cuenta de estos versículos. Uno de ellos el valor que le asignan a la vida de Jesús los sumos sacerdotes (30 monedas de plata), valor para comprar un esclavo en el mercado que, en este caso, es un valor irrisorio y, por el otro lado, un Judas que sin importar lo que estén dispuesto a darle, se ofrece para el acto de traición.
   Decimos con esto entonces que, por momentos nos convencemos realmente que, la sola mención económica de los hechos es lo que moviliza a la gente a determinadas acciones pero, es importante entender que el dinero así como otros elementos de nuestra cultura y mercado, son funcionales a nuestro intereses más profundos en la vida; aquellos que revelan nuestra intencionalidad.
   Por esto mismo, las herramientas que usamos dentro de la comunidad de fe no son neutras y no da lo mismo cualquiera de ellas. Toda herramienta de comunicación con el otro tiene un valor asignado (por ej. No es lo mismo hablarse a los gritos e insultos que hacerlo de manera gentil y generosa en el afecto). Hay herramientas que debemos aprender a no usar como creyentes y otras, como el dinero, a poder transformarlas en beneficio de la obra que Dios asigna a nuestra vida. Decimos con esto, no basta con hacer lo que hay que hacer; todo el tiempo debemos revisar aquellas intenciones que nos mueven a hacer tales o cuales cosas. Es fundamental la revisión práctica de tal o cual acción. Caso contrario muchas veces nos miramos perplejos luego de acción determinada en la vida de la iglesia y nos decimos preocupados: ¡qué raro…. Si estaba todo tan bien preparado y no vino nadie!
    Aún en las mejores acciones que emprendamos como comunidad de fe, cuando nuestras intenciones no son claramente expuestas a favor de qué están, las mismas tienden a fracasar y traicionar aquello que nos hemos propuestos.
    Aún desde “esa” intención hay lugar en la mesa (17-23). El otro dato que no deja de resultar maravilloso o simplemente incomprensible cuando uno lo lee es que, seguramente sabiendo que lo que iba a suceder, Jesús no deja fuera a Judas y sus intenciones de entregarlo. ¿Desde dónde poder ver esta actitud? ¿Qué emoción humana podría dar cabida a este acto generoso o casi temerario de afecto? Evidentemente no tenemos forma de explicarlo pero, lo cierto es que aún el traidor es parte de la mesa de comunión.
    El dato acá tiene que ser claro para saber también como asumir nuestra práctica cotidiana como iglesia sin generarnos fantasías tales como: “esto nunca pasa en la iglesia” o cosas similares.
    Siempre suponemos que seremos traicionados por nuestros enemigos y desde ya que este razonamiento, es totalmente cierto. Pero, la dureza del texto está expresada en que, es desde el seno mismo de los discípulos, desde la intimidad más cercana a Jesús que se produce la aberración de la traición.
   La iglesia de Cristo no un espacio ideal que conformamos porque estamos presentes. La iglesia terrenal es, parafraseando a M. Bonino en su libro: “Espacio para ser hombres”, aquel espacio que intenta ser verdadera iglesia de Cristo mientras ésta, esta por llegar.
   Esto no significa que debemos naturalizar el hecho pensando entonces que, la traición y la deslealtad forman parte de la comunidad como si más…por el contrario, saber que esto también puede suceder y sucede, es lo que nos permite tener los sentidos puestos todo el tiempo en nuestra oración y el caminar junto al Señor, porque como dice la Palabra: “…pero el Señor mira el corazón” (1º Sam.16.7). Es este dato el que nos permite seguir consolidando nuestra comunión unos con otros.
   A pesar de nosotros mismos (24-27). La bendición de Dios, aunque parezca redundante decirlo, sucede con nuestra aprobación o sin ella. Y este no es un dato menor para nosotros; quizás parte de este misterio profundo que repetimos cada domingo sea justamente esto que Dios derrama a través de Cristo desde su mesa con el pan y el vino. La iglesia es depositaria de estos misterios cada vez que se reúne. ¿Cómo poder hablar de entrada triunfal frente a la traición sería la última pregunta?
   Este Dios crucificado no es el Dios justiciero, resentido y vengativo que todavía sigue turbando la conciencia de no pocos creyentes. Desde la cruz, Dios no responde al mal con el mal. "En Cristo está Dios, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino reconciliando al mundo consigo" (2 Corintios 5,19). Mientras nosotros hablamos de méritos, triunfos, culpas o derechos adquiridos, Dios nos está acogiendo a todos con su amor insondable y su perdón.
   Hay evidentemente, en esta entrega voluntaria al ir a Jerusalén, una entrada triunfante ofrecida para nosotros. Una entrada a poder vivir desde un lugar de mayor misericordia, de mayor perdón y de permanente reconciliación.
  Te invito a que en estos días puedas seguir preparando tu corazón para lo que se viene, para una hecho sin precedentes que cambió a la humanidad en un antes y un después. Del mismo modo, que puedas orar para que así sea en tu propia vida. Amén.



P. Leonardo D. Félix

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