domingo, 23 de octubre de 2011

Culto Domingo 16 de octubre

Predicación Cerro de las Rosas. Domingo 16 de octubre de 2011.
18º de Pentecostés.
Texto: Mateo 20.1-16


Justicia que suple, amor que abraza.


Parte de los estudios de psicología conductista de los años 50 en EEUU
trataron durante esa década y la siguiente, de demostrar que en ciertos
sectores sociales de los conurbanos de las grandes ciudades, era posible
nacer con un gen de maldad instalado que, tarde o temprano despertaba en
curiosas y peligrosas formas de violencia callejera o bien, de bandas mafiosas
de jóvenes que asolaban a algunas ciudades.
Si bien hoy para muchos esto nos puede parecer un disparate, para muchos
la tésis es un buen argumento para justificar el por qué de ciertas personas
mejores o peores que otras. Del mismo modo, como hace muchos años atrás
se daba por sentado que toda mujer existente, nacía ya con la capacidad de
ser madre con todo lo que esto implica (desde el saber cambiar un pañal hasta
el cuidado amoroso y tierno de los “cánones” de la época en donde este cariño
se fijaba y determinaba.
En todo caso, este texto no habla ni de buenas o malas personas, ni de
madres abnegadas o ausentes pero si, de un eje de comprensión que damos
como instalado en nuestra sociedad, algo así como, “todos y todas somos por
naturaleza, seres generosos”. Luego volvemos sobre este apotegma social,
pero ahora vayamos al texto.



Con claridad uno ve que la obra se va desarrollando en intensidad en cuanto
a la misma temática propuesta. El padre de familia que va contratando en 5
veces consecutivas a distintos grupos de obreros para su viña.
Si bien el climax llega con el evidente enojo de los primeros que fueron
contratados (vers.12), uno ya puede anticipar que algo sucederá en relación a
este extraño mecanismo de contratación que privilegia la necesidad del otro por
sobre la producción que puedan dar o la relación de costo – beneficio laboral.
¿Por qué anticipamos que algo va a suceder en la obra? Quizás porque
nuestro mecanismo de “generosidad” cotidiana no es algo tan instalado como
pensamos en la vida y hay algo que sospechamos como “injusto”
En esta paradoja justamente, entre los justo- injusto, generosidad-
conveniencia se mueve esta parábola tan bien descripta por Mateo.
En todo caso, busquemos aquí, cuales son las señales que nos indiquen que
nuestro actuar es semejante al Reino de los cielos tal como expresa Jesús.
Justicia y generosidad (vers.13 y 15): Nuestra palabra debe poder ser
confirmada por nuestros actos. Aquello a lo cual nos comprometemos a
diario no es un hecho menor. Es lo que confirma nuestra solidez como seres
humanos y principalmente como hijos e hijas de Dios. Es fundamental no


perder esta relación entre lo que decimos y hacemos.
Y por el otro lado, la generosidad del acto emprendido. Estos no son datos que
vienen dados genéticamente. Es algo buscado, algo aprendido y algo requerido
para ser señal del Reino en medio del mundo que vivimos. Cuando la única
regla existente que marca el valor de las personas, son las leyes del mercado
laboral, uno descrubrirá rápidamente que deja de tener algún valor como
persona, apenas pasa los 35 años, vive en tal o cual lado, etc., etc.
¿Podés ver con claridad donde están tus actos de generosidad cotidiano? ¿es
algo buscado con esfuerzo o simplemente no ves la necesidad de los mismos?


Justicia y perdón (vers.12 y 14). ¡Cuán difícil se nos hace salir de los


parámetros de los cuáles hablamos recién cuando lo único que priman son
nuestros propios intereses, nuestro propio sentido de justicia. La envidia y el
rencor son elementos que se destacan aquí como una antiseñal del Reino.
El evangelio es un equilibro buscado entre justicia y generosidad y siempre a
favor de aquellos que menos tienen. Cuando la generosidad actúa desprovista
de la justicia del amor de Dios, así como cuando la justicia actúa desprovista
del perdón necesario, el conflicto se perpetúa.
La pregunta en todo caso, sería ver en nuestras actitudes cotidianas a favor de
quién corre nuestra justicia cotidiana, ¿sólo los “nuestros”? ¿sólo los que son
como yo?, ¿cuál es el parámetro que mueve tu sentido de justicia cotidiana?
¿Ser equitativo, paliar situaciones determinadas o tratar de suplir lo que falta?


Considerando a los demás. Por último, como para redondear lo visto, la


generosidad, así como el sentido de justicia en nuestras acciones tienen un
marco que las determina y las identifica. En este caso, solo hay señal del Reino
de los cielos, cuando el marco está dado por Jesús.
En este caso, todos sin excepción pudieron volver con algo a sus casas para
comer ese día. El amor de Dios de este modo, suple en muchos sentidos
nuestras carencias afectivas, de cálculo y previsión también.
Son estas señales del Reino por venir, las que marcan un nuevo rumbo, las
que muestran seres humanos distintos, transformados por esa cruz de Cristo.
Esto no es algo adquirido como decíamos al prinicipio, es algo que se
construye, se aprende y se busca todo el tiempo como parte inherente de
nuestra identidad en Jesús.
Que el Dios generoso de la Biblia, sea el Jesús que podamos mostrar todos los
días en nuestros dichos y actos. Amén.


P. Leonardo D. Félix
Córdoba, octubre de 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...