sábado, 3 de marzo de 2012

Culto domingo 12 de febrero

Predicación Cerro de las Rosas. Domingo 12 de febrero de 2012.

Texto: Marcos 1.40-45.

Un afuera que se transforma desde adentro

¡Cuántas formas tenemos de injuriar y denostar a otras personas! Yo no las tengo
contabilizadas, quizás uds. Tampoco; no porque no tengamos interés en ver y entender
quién insulta a quién o quién nos tiene por menos en la vida. No pasa por esto.
Perdemos la perspectiva de las injurias cotidianas por la sencilla razón que las mismas
se “naturalizan” a nuestro modo de vivir.

Es común que para tales o cuáles cosas digamos: “Y esto, sólo un negro lo puede
hacer…” o peor aún: “no se peleen, parecen judíos…”1. Supongo que todos tendremos
sobrados ejemplos.

La idea del texto de este domingo es seguir dialogando con lo que veíamos la semana
pasada (Marcos 1.29-39), con los endemoniados, la experiencia de la fe en la intimidad,
hacia fuera y la tensión entre ambas acciones.
Las experiencias de enfermedades no son cosas queridas en la vida de nadie pero,
evidentemente las mismas son parte de lo que nos pasa por la sencilla razón que somos
seres humanos y las mismas hablan de nuestra fragilidad cotidiana.
Hoy quizás la lepra no es un estigma social como lo podría ser el SIDA o bien,
enfermedades mentales de distinto orden (Alzheimer, Bipolaridad u otras). No lo es por
el mero hecho que tiene un nivel de contagio y propagación totalmente controlado y
tratado.
Y habitualmente aquello que estigmatizamos, es aquello que tememos, que no podemos
manejar a ciencia cierta o simplemente escapa a nuestro control. De ahí que sean tantos
nuestros prejuicios cotidianos, ¿no les parece así?

Veamos como funciona en el texto en tan pocas palabras.
El leproso va caminando abiertamente y le habla a Jesús sobre “su querer”. Jesús quiere,
lo limpia y ahí en apariencia concluye la acción. Claro, con la aclaración que el leproso
no cumple desde el primer momento de “no hacer comentarios en ningún lado sobre la
sanación hecha.
Algunos datos sobre los cuales meditar, orar y poder trabajar en nuestras vidas y en la
de nuestras comunidades de fe.

Construcción de un testimonio irrefutable. Es importante notar que, el leproso en su
tiempo debía ir anunciándose desde lejos con un cencerro y advirtiendo que estaba
enfermo. Tratar de imaginar esta escena es simplemente aberrante. La debilidad y las
peores partes de la enfermedad, no así la condición humana o su interior, expuestas a la
opinión, el maltrato y las críticas de las demás.
En esto la misericordia de Cristo no se hace esperar y se obra un hecho poderoso. Hay
un querer rescatar al otro de la situación de vejación y humillación que vive y claro,
también de su enfermedad evidente. Nuevamente se muestra una señal del Reino
ineludible: misericordia y respuesta concreta al problema.
Jesús construye su testimonio público como Hijo de Dios en función de lo que los demás no hacen, de lo que los demás no están dispuestos a tocar u ofrecer. De hecho, la
iglesia cristiana, construye a lo largo de los siglos su testimonio en el tiempo ofreciendo
lo que este mundo no puede dar bajo ningún concepto. En un querer determinado, en
una voluntad anhelada de ayudar a otros.
Por ende, buena cosa preguntarnos en este tiempo: ¿dónde está el querer de nuestra
iglesia? ¿Cuáles las situaciones que nos conmueven y nos movilizan?

Vidas recuperadas. En el caso del leproso, queda claro que su enfermedad desaparece
porque, “queda limpio”. ¿Cómo sería el caso si lo que está en el fuese algo interno
(pecado, virus u otro elemento)?
Era fácil condenar en ese tiempo (y seguramente en el nuestro también) lo que se podía
ver y palpar como síntomas de enfermedad. Esto a su vez tenía el riesgo de dejar pasar
aquellos elementos también nocivos pero que no son fácilmente detectables (por ej. La
lascivia, la mezquindad, las malas intenciones y otras) son solo detectables cuando las
mismas producen hechos concretos que son desaprobados por otros.
Por esto mismo, el acto de misericordia interno de ver necesidades ajenas, es un
facilitador en muchos casos, del poder ver hacia fuera elementos que a simple vista no
se detectan.
Bajar el umbral de nuestros prejuicios, dejar de naturalizar a la enfermedad, pobreza o
color de piel te permita poner el foco en aquello que el mundo no detecta y que son los
elementos de los cuales muchos no están dispuestos a ser liberados o sanados. ¿por qué?
Por el hecho que, en nuestro tiempo, la mezquindad es la virtud del ahorro, la lascivia
el don de apreciar la belleza y así sucesivamente.
Poder enfocar claramente tu querer y anhelo en el Señor viendo al que sufre y
necesita de vos en todos los sentidos posibles, te permite luego, ver los demás detalles
circundantes.
Por esto me preguntaba: ¿cómo es nuestra comunidad frente a esto? ¿Vemos y
detectamos lo que va pasando en otros, en nosotros mismos?

Vivir la intimidad con Dios para cambiar el afuera. Ambos datos se conjugan
finalmente en el corto relato de Juan Marcos donde nos describe los prejuicios de su
tiempo.
Por un lado el anhelo de ver el oprobio ajeno como propio y por el otro, confrontar
el cambio de vida (en este caso el que estaba enfermo ahora está sanado) a los
estamentos “oficiales” del tiempo que nos toca vivir (en este caso representado en la
Sinagoga y la presentación del sanado frente a los sacerdotes del templo.
Todos nuestros cambios internos, que la misma fe vaya produciendo en esa cercanía con
Jesús, se reflejan tarde o temprano en el afuera. El afuera de tu trabajo, el afuera de tus
amistades, el afuera de tu propia familia, el afuera más allá de tu “propia intimidad” con
Dios.
Marcos desafía a sus comunidades, desde la acción concreta de Jesús, a poder ser
agentes transformadores de la realidad que están viviendo. Una realidad signada por la
naturalización de comentarios que, a la mayoría de los cristianos, les son adversos2.

El Evangelio hace del amor de Dios un acto generoso que va más allá de nuestros
propios prejuicios y temores. En todo momento, la respuesta de qué hacer con lo que
hay afuera, se resuelve con lo que se va descubriendo adentro. Que sea una semana donde puedas descubrir lo mejor de Dios en tu corazón para mostrar tu fe en la sociedad
de la cual sos parte. Amén

P. Leonardo D. Félix
Córdoba, febrero de 2012

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