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Domingo de Pascua – 26 de Abril de 2015
Los
textos bíblicos de este domingo nos proponen reflexionar en la figura del “buen
pastor”. Seguramente recordamos alguna imagen o algún cuadro, o incluso un vitreaux con esta imagen: Jesús cargando sobre sus hombros un pequeño
corderito.
Esta
figura es utilizada en el AT para referirse a las responsabilidades que tenían
los principales y los gobernantes para con el pueblo. El profeta Ezequiel es
uno de los que más trabajan esta imagen, diferenciando a los buenos pastores de
los malos pastores. Unos cuidan el rebaño y los otros lo dispersan, unos
apacientan sus ovejas y los otros se apacientan a sí mismos (Ezequiel 34).
En
un mundo rural y campesino, como era Israel en ese tiempo, trabajar con la
imagen del ganado más habitual, era una forma de explicar y retratar el mensaje
que se pretendía transmitir. Era casi, una estrategia pedagógica.
Jesús
trabaja con esta imagen y se aplica a sí mismo el título “buen pastor”. Dice:
“yo soy el buen pastor” (Jn. 10:11). En su discurso Jesús deja en claro varios
puntos al respecto:
*
El da su vida por sus ovejas: Aquí Jesús compara a los verdaderos pastores
(dueños del rebaño) con los asalariados (contratados). Jesús afirma que éstos
no dan su vida por sus ovejas y que ante el peligro, salen corriendo y
abandonan el rebaño.
Hay
quienes ponen su mirada en el tema económico, afirmando que como los
asalariados hacen su trabajo por dinero, lo hacen mal o descomprometidamente.
Esta es una manera de ver el asunto. Sin embargo, vale decir también, que los
dueños del rebaño también obtienen un lucro por el ganado. No tienen un rebaño
por amor por amor a las ovejas.
Lo
que Jesús pone de manifiesto es que hay pastores que dan todo de si por sus
ovejas, porque le importan, y hay otros que sólo dan lo justo y necesario (o
menos), porque no le importan. Jesús da todo de sí, incluso hasta su propia
vida (Jn. 10:11,15). Aquí se hace referencia a la muerte de Jesús en la cruz
por nuestra salvación.
*
Conoce sus ovejas y ellas lo conocen: Jesús establece que entre las ovejas y el
buen pastor hay un conocimiento mutuo. Él las conoce y ellas lo conocen a Él.
Hay un conocimiento profundo e íntimo entre el buen pastor y sus ovejas. Afirma
un comentarista: “Conocer a Jesús significa experimentar su amor e
identificarse con su persona y actividad. Esta relación de conocimiento-amor es
tan profunda que Jesús la compara a la que existe entre él y el Padre”.
*
Tengo otras ovejas: Estas palabras de Jesús fueron entendidas de diversas
maneras. Hay quienes han entendido que Jesús se refería a la gente pecadora del
momento (publicanos, prostitutas, gentiles, etc.). Hay quienes han entendido
que se refería a los judíos dispersos en el mundo, a quienes iba a juntar en el
nuevo Israel. Finalmente, hay quienes ven en estas palabras una idea
universalista del mensaje y señorío de Jesucristo, que va mucho más allá de los
muros de Israel, se refieren a una nueva humanidad que se extiende a todos, sin
distinción de raza, origen, género, color, etc.
*
Finalmente Jesús se refiere al amor que recibe del Padre, afirmando que es la
consecuencia de poner voluntariamente a disposición su propia vida -en
beneficio de la humanidad- para volverla a tomar. Nadie le quita la vida a
Jesús, Él la ofrece para la salvación de toda la humanidad.
En
principio, si nos pensamos a nosotros mismos en relación a este pasaje,
observaremos al Señor como el buen pastor y nos limitaremos a ser ovejas.
Pondremos nuestra mirada en los cuidados y atenciones que tiene para con
nosotros y en cómo dio su vida por nosotros/as. Esta mirada nos hace valorar la
obra de Jesucristo y su amor para con toda la humanidad.
En
un segundo momento, podemos pensar las figuras pastorales a la luz de este
pasaje. Podemos pensar si se preocupan y ocupan de sus ovejas o si al primer
peligro o dificultad abandonan al rebaño. Esta mirada nos hará pensar en unos
pocos, justamente en aquellos que ejercen roles pastorales en la comunidad.
El
pasaje de 1 Juan nos ayuda a ajustar el foco en nuestra lectura del pasaje del
Evangelio. Comienza diciendo que conocemos el amor de Dios porque Él puso su
vida por nosotros. Hasta aquí no nos suma mucho al Evangelio. Pero afirma
también, que como Él dio su vida por nosotros, también nosotros/as debemos
poner nuestra vida por los demás (1 Jn. 3:16).
El
autor de esta carta nos invita a abandonar el lugar de simples ovejas, por
cierto cómodo, para asumir que debemos imitar las actitudes del buen pastor. No
se trata de acciones o actitudes que sólo hizo o tuvo Jesús, ni tampoco se
trata de acciones o actitudes que se limitan a aquellas que deben tener los
pastores y pastoras, sino que nos involucra a todos quienes creemos en Él.
En
esta carta también aparece el tema económico, como en el Evangelio. Pero al
igual que en el Evangelio, el asunto es si nos preocupamos y ocupamos por el
resto, por los demás.
El
autor sostiene que si tenemos bienes materiales (bienes de este mundo) y al ver
a nuestro hermano tener necesidad no se nos mueve un pelo (cerramos contra él
nuestro corazón), ¿Cómo es que está el amor de Dios en nosotros/as? La
respuesta a esta pregunta es obvia: ¡No está! Si cerramos nuestros corazones a
los hermanos/as que tienen necesidad no está el amor de Dios en nosotros.
Por
eso el autor dice “no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en
verdad” (1 Jn. 3:18). Porque cuando uno ama de palabra pero no de hecho, en
realidad no ama.
Usando
una expresión típicamente paulina, podríamos decir que quien cree amar y tener
el amor de Jesucristo en él, pero sólo ama de palabra y no de hecho, permanece
en el viejo hombre, en la vieja humanidad. Es una persona que verdaderamente no
se ha convertido.
Estos
aportes de la carta de Juan nos ayudan a reflexionar volviendo a los puntos
mencionados respecto del Evangelio, pero desde esta mirada que nos involucra
tanto individualmente (como creyentes) como comunitariamente (como comunidad de
fe).
*
El buen pastor da su vida por sus ovejas: Tenemos que poder reflexionar sobre
lo que damos por los otros; sobre qué hacemos al servicio de los demás; tenemos
que reflexionar sobre las causas en las que nos involucramos.
Conozco
personas que teniendo una pequeña dificultad que afrontar (como un dolor), no
llegan a ver más allá del problema y toda su vida pasa por ese pequeño dolor
que les molesta. La causa en la que están involucrados, no sólo tiene que ver
con ellos mismos/as, sino que es un tema totalmente insignificante. Malgastan
la vida que debe vivirse al servicio de los/las demás.
*
El buen pastor conoce las ovejas: Tenemos que poder reflexionar si
verdaderamente nos importa conocer al hermano/a. Tenemos que detenernos a
pensar, si en esto de ser comunidad, estamos dispuestos a invertir tiempo y
esfuerzo en conocer a los demás y en dejar que nos conozcan. Algo de esto
vivimos y trabajamos en el campamento el fin de semana pasado. Hay que invertir
tiempo en conocer al otro, a la otra, y hay que abrirse y contar algo de uno,
para crecer juntos como familia en la fe.
*
Tengo otras ovejas: Tenemos que reflexionar sobre las ovejas que no están en el
redil, pero que le pertenecen. No sólo tenemos que reflexionar en aquellas
personas que todavía no conocen a Dios o no se animan a venir a la Iglesia.
Tenemos que poder reflexionar sobre aquellas personas que nos chocaría ver
dentro de la comunidad de fe. Tenemos que reflexionar sobre aquellas personas
que no querríamos ver dentro de la Iglesia… Si se acerca una prostituta ¿Qué
pensaríamos? Si se acerca un muchacho vestido de negro, lleno de tatuajes, aros
y piercings ¿Qué pensaríamos? Si se acerca alguien en situación de calle ¿Qué
pensaríamos? Si se acerca un tal José pero vestido y maquillado de Josefina
¿Qué pensaríamos? Si se acerca una pareja de chicas lesbianas ¿Qué pensaríamos?
Una
primera respuesta puede ser que no son ovejas del buen pastor. Una segunda
respuesta puede admitir que son ovejas de Dios, pero no de éste redil, serán de
otro, pero no de éste. Y una tercera respuesta puede ser “todas las ovejas
tienen lugar en este redil”.
¿Cuál
de todas estas respuestas será la que elijamos? ¿Cuál de estas respuestas daría
Jesús? ¿En cuál de estas respuestas se puede ver que imitamos las acciones y
actitudes del buen pastor? ¿En qué respuesta se ve y se siente que el amor de
Dios mora en nosotros? ¿En qué respuesta se ve que amamos no de palabra, sino
de hecho y en verdad?
*
Finalmente Jesús se refirió al amor que sentía de parte de Dios, un amor que
era la consecuencia de dar su propia vida en beneficio de los demás. Vale
decir, que “los demás” eran pecadores y -citando a Pablo- destituidos de la
gloria de Dios. Quizás, nosotros y nosotras también podremos sentir el amor de
Dios si damos nuestra vida por aquellos que parecería que no merecen nuestro
esfuerzo.
Jesús
es el buen pastor y a nosotros nos ha dado un ejemplo claro e imitable de cómo
ser sus seguidores. Quiera nuestro buen Dios, guiarnos y animarnos para que
podamos ser buenos pastores los unos de los otros/as.
P. Maximiliano A. Heusser
Córdoba, Argentina.
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