martes, 13 de mayo de 2014

Predicación



4° Domingo de Pascua – 11 de Mayo de 2014
Leer: 1 Pedro 2:19-25 – Juan 10:1-10.

En nuestra reflexión nos detendremos sobre estos dos pasajes, que si bien tocan temas diferentes, nos van a ayudar a pensar sobre quiénes y cómo deben servir en la Iglesia, sobre la vida abundante que nos vino a traer (Juan), como así también, nuestra manera de enfrentar las situaciones adversas (1 Pedro).

Para acercarnos al texto del EvJn tenemos que ver qué sucede inmediatamente antes, esto nos va a ayudar a conocer el contexto en el que Jesús puede haber pronunciado estas enseñanzas. El evangelista presenta la sanación del ciego de nacimiento y todo el revuelo que se arma por la misma, como así también, la referencia a los fariseos, quienes por creer que “ven”, permanecen en pecado. De esta manera, el pasaje de hoy tiene que ver con este episodio anterior, y puede ser la reflexión del mismo Jesús sobre lo sucedido.

La primera parte del texto (1:1-6) es lo que se llama una alegoría. Es decir, un relato que utiliza escenas de la vida cotidiana, en la que los distintos personajes u objetos, pueden ser identificados con otras personas. Es necesario mencionar que no se trata de una parábola, porque en estas siempre suelen haber elementos paradojales, cosas que resultan más asombrosas o sin sentido. El mensaje de la parábola trabajará en la mayoría de los casos con esa paradoja. En el caso de la alegoría, nuestro texto, es lo que se llama una presentación “termino a término”. Tal personaje o elemento puede ser tal otro, y así sucesivamente.

Jesús afirma que hay quien entra al redil por la puerta porque el portero le abre (el buen pastor), pero hay quienes entran saltando por otra parte (ladrones). Se dice que al pastor, las ovejas lo escuchan y las puede sacar del redil una por una, cada una por su nombre. Una vez que las sacó, va delante de ellas guiándolas. Éstas lo siguen porque conocen su voz.
Por el contrario, al que entra saltando los muros, no lo van a seguir, sino que se escaparán de él, porque no conocen su voz. Juan nos dice que “ellos no entendieron lo que les quería decir”. Entonces Jesús se puso a explicarles la alegoría (10:7-10).
Jesús les dijo claramente “yo soy la puerta de las ovejas” y los que vinieron antes de mí son los ladrones y por eso las ovejas no los oyeron. Jesús insiste: yo soy la puerta, el que por mí entre se salvará, entrará y saldrá y encontrará pastos (sustento – vida - salvación). En cambio, los otros, los ladrones, vienen a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia.

Se desprende de la explicación de Jesús que a él la gente lo escucha porque no es ladrón y porque lo conocen. Es más, él también los conoce, tanto que puede llamarlos uno a uno por su nombre. Él es el medio (la puerta) que hay que utilizar para llegar a la salvación. El que escucha su voz y responde a su llamado, entra y sale, y puede encontrar pastos (sustento – vida - salvación). Es más, puede acceder a una vida abundante. Es decir una vida vivida con plenitud. Una vida plena en todos los sentidos posibles e imaginables. De esta vida plena surge también la promesa de la vida eterna.
-      Es importante destacar que en medio de tantas situaciones que vivimos como sociedad en las que no se defiende la vida, lo que Jesús anuncia en este pasaje es que vino a traer vida en abundancia.
-      En medio de tantos y tantas que quieren limitar las vidas de sus semejantes, para que terminen siendo iguales a ellos mismos, Jesús anuncia la bendición de poder vivir plenamente la vida que Dios nos regala.
-      En medio de tantos hermanos y hermanas creyentes, que debido a sus miedos y prejuicios, condenan ciertas maneras de vivir, Jesús anuncia la bendición de poder vivir plenamente la vida que Dios nos regala.
-      En medio de tantos modelos enaltecidos e ideales construidos siguiendo cualquier cosa, menos la Palabra de Dios, Jesús anuncia la bendición de poder vivir plenamente la vida que Dios nos regala.  
-      En medio de tantas situaciones en las que se denigra la vida de nuestros semejantes, por ser negros, por ser mujeres, por ser obesos, por no estar “a la moda”, o por lo que sea, Jesús anuncia la bendición de poder vivir plenamente la vida que Dios nos regala.

Jesús no se encarga de aclarar quiénes son los ladrones que se trepan las paredes para robar, matar y destruir. Este es un ejercicio que tenían que hacer sus oyentes y que tenemos que hacer también nosotros el día de hoy. Algunos comentaristas creen que podrían entrar aquí los falsos mesías que se levantaban regularmente en ese tiempo. Por otro lado, el pasaje anterior (la sanación del ciego de nacimiento y su enfrentamiento con los fariseos) nos ayuda a pensar de quiénes se puede tratar también. Y en tercer lugar, la lista que acabamos de hacer de quienes atentan, queriendo o sin querer, con la vida abundante que Jesús vino a traer.
En principio son personas a las que Dios no ha enviado para eso, son personas que terminan sin cuidar ni guiar a nadie, son personas que terminan –muchas veces- haciendo daño, o incluso, causando destrucción y muerte. Son personas que no buscan ni quieren que otros/as vivan sus vidas plenamente, como Jesús sí lo quiso y nos consta en el Evangelio de hoy.

Respecto de la segunda lectura (1 Pedro), podemos decir que a primera vista es un texto difícil. Es difícil porque es muy probable que no nos guste lo que leemos. Repasemos qué dice… En una lectura superficial Pedro pareciera decir: soporte cada uno lo que le toque, porque más soportó Jesús. Es como que de alguna manera, Pedro justificara situaciones de opresión, porque Jesús soportó mucho. Es por este motivo que debemos hacer lecturas profundas y analizar los textos bíblicos teniendo en cuenta el contexto total del Evangelio.

En la carta se hace mención de, por lo menos, tres diferentes tipos de opresión y sufrimiento injusto: el sufrimiento de los esclavos por sus amos (2:18), el sufrimiento de las mujeres por sus maridos (3:1ss), y el sufrimiento del pueblo por sus gobernantes (2:13ss).
Afirma el teólogo Samuel Almada: “Estas tres situaciones reflejan condiciones concretas del contexto social, político y cultural de la época, y dan pie para presentar una ética de defensa frente al sufrimiento padecido injustamente; este es el tema central de la sección y uno de los ejes principales de toda la epístola”.
Vale decir que nuestras Biblias traducen la palabra griega járis por aprobación o aprobado en los vs. 19 y 20. Esta palabra significa literalmente “gracia”. Por lo tanto no es que sufriendo injustamente encontramos la aprobación de Dios, donde pareciera que Dios quiere que suframos, sino que en el sufrimiento injusto, el autor afirma que recibimos la gracia de Dios. Es un detalle que cambia totalmente el sentido del pasaje y de toda la carta. No vamos a recibir la gracia de Dios si nos castigan porque hemos hecho algo malo, y el castigo es consecuencia de nuestros actos. Pero sí vamos a recibir gracia de Dios, si sin hacer nada malo, nos castigan injustamente. De esta manera, la carta da aliento, confianza y esperanza a las personas o comunidades que estaban atravesando situaciones de opresión e injusticia.

De esta manera, tenemos que tener presente que Dios en Jesús vino para que tengamos vida abundante, para que podamos vivir plenamente la vida que Dios nos regala, para que confiemos en la promesa de la vida eterna. La carta de Pedro nos muestra, justamente, la esperanza y la confianza que tenemos que tener cuando enfrentamos situaciones difíciles o injustas. En esos momentos de dificultad y de padecimiento recibimos la gracia de Dios.

Quiera Dios que podamos disfrutar y vivir plenamente la vida que Jesús anuncia como regalo de Dios. Quiera Dios también, que no cercenemos ni limitemos la vida que Dios les regala a nuestro prójimo, causando destrucción y muerte, sino que seamos proclamadores y facilitadores de la vida abundante. Por último, quiera Dios que si nos toca atravesar momentos en donde nos sintamos sometidos o maltratados, podamos recordar que esa no es la voluntad de Dios y que recibiremos la bendición revolucionaria de su gracia. Que así sea, Amén.

P. Maximiliano A. Heusser
Córdoba, Argentina.

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