viernes, 12 de julio de 2013

Predicación Domingo 07 de Julio de 2013

8º de Pentecostés


Leer: Salmo 66:1-8 – Isaías 66:10-14 – Gálatas 6:7-16 –Lucas 10:1-11, 16-20

“Llamados a ser obreros/as entusiasmados”

El texto de hoy está a continuación del que compartimos hace dos domingos atrás, cuando Jesús, marchando hacia Jerusalén realiza la afirmación de que nadie que pone su mano en el arado y mira hacia atrás, es apto para el Reino de Dios.
Luego de esto Jesús envía a setenta (o setenta y dos) discípulos para que fueran de dos en dos delante de él, a los lugares que a los que él iba a ir. Lucas menciona que Jesús ya había enviado antes a los doce (9:1-2). En este caso el número hace alusión a las doce tribus de Israel. En el caso del pasaje de hoy, el número setenta (o setenta y dos, según la traducción) alude a las naciones existentes (Génesis 10). Entonces, si primero se predicó el Reino de Dios a los pueblos de Israel, ahora llega el momento de anunciarlo a todo el mundo.

Detengámonos en algunos puntos del pasaje del Evangelio:

1. La mies es mucha pero los obreros son pocos.
Jesús arranca diciéndoles que el trabajo es mucho y que ellos (como obreros) no alcanzan para llevar adelante todo el trabajo. Por esto son necesarios todos los obreros y obreras que pueda haber, porque el trabajo es mucho y Dios nos necesita a todos y a todas. Todo discípulo/a debe estar involucrado en esta misión. En el discipulado no hay lugar para las indecisiones, para especular, para ponernos a pensar que si hay tantos trabajando no se me necesita, etc. Jesús es claro: el trabajo es mucho y no alcanza la gente, ¡movéte!

2. Yo los envío como corderos en medio de lobos.
Jesús les aclara que el discipulado tiene sus peligros, sus dificultades, no todo es color de rosas. No hay que ser inocentes. Debemos saber que a veces recibirán de buen modo nuestro mensaje y otras veces nos recibirán con hostilidad, con desconfianza, de mala gana, etc. Es parte del compartir el mensaje que tenemos que anunciar. De alguna manera, esta posible hostilidad es parte de la libertad que Dios le da al mundo de recibirlo o de no hacerlo.

3. No lleven bolsa ni alforja ni calzado; y a nadie saluden por el camino.
En la Edad Media surgen órdenes religiosas mendicantes, que asumen al pie de la letra esta recomendación de Jesús. Eran predicadores harapientos que muchas veces pasaban hambre e iban de pueblo en pueblo predicando. Esta recomendación de Jesús debe ser entendida en la misma línea que la afirmación de la “mano en el arado”. Aquel o aquella que quiera trabajar en la misión no debe andar con vueltas pensando en todos y cada uno de los detalles. Debe salir y hacer el trabajo que Dios nos llama a hacer.
Lo del saludo tiene que ver con los tiempos que demoraba el trato cordial en el camino. Estos rituales podían demorarse hasta un par de horas. Jesús afirma que la prioridad es la misión, predicar que el Reino se ha acercado. Todo lo demás queda en un segundo plano.

4. La paz esté en esta casa.
Desear la paz era una costumbre judía muy extendida y habitual. Pero la diferencia entre nuestra palabra paz y el original en hebreo: Shalom, es muy grande. El shalom es un deseo de bienestar que involucra todos y cada uno de los aspectos de la vida: familia, salud, trabajo, felicidad, descanso, plenitud, etc. Al margen de la costumbre judía, el primer deseo de quien va a predicar la cercanía del Reino de Dios es ese Shalom. El discípulo y la discípula deberán querer lo mejor para las personas a quienes les van a compartir el mensaje.
Los testigos de Jehová, por ejemplo, se consideran salvos por ser testigos de Jehová. Es decir, por dar testimonio de Dios. Su preocupación no pasa por las personas a quienes les dan testimonio, sino por el hecho mismo de hacerlo.
Este versículo nos hace notar que debemos tener una preocupación sincera y honesta por las personas a quienes les vamos a compartir el Evangelio.

5. Regocíjense de que sus nombres estén escritos en los cielos.
Al volver los setenta de la misión lo hacen alegres y contentos porque Dios los acompañó y sintieron el poder que viene de Él. Jesús les responde que lo que les debía dar gozo es saber que sus nombres están escritos en los cielos. No se alegren por lo que puedan hacer, alégrense si hacen lo que les mandé a hacer. Esto nos recuerda ese versículo: “Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos” (Lc.17:10).

Considero que este texto nos anima a mirar en dos direcciones: por un lado ver y pensar la misión a la que estamos llamados aquí en este barrio, en esta comunidad. ¿Qué hacemos para Dios en este lugar? ¿En qué trabaja la Iglesia? ¿Cómo servimos a nuestro prójimo acá? ¿Cómo compartimos el mensaje del Evangelio? Estas preguntas y otras que podrán surgir nos ayudarán a reflexionar sobre el trabajo que hacemos, y (lo que es mejor todavía) sobre el trabajo que se podría hacer. Esto sucede cuando una Iglesia sueña… sueña que hacen tal cosa, que trabajan de tal o cual manera, que están insertas en el barrio de tal forma… esta es una de las direcciones que el texto nos anima a mirar.

La otra dirección también tiene que ver con la misión, pero se enfoca en los siervos y las siervas que la van a llevar adelante. De nada sirve reflexionar sobre lo que hacemos y cómo lo hacemos si no hay hermanos y hermanas dispuestos a hacerlo. Mucho menos servirá que soñemos grandes cosas para nuestra Iglesia (o pequeñas también) pero nos quedemos sentados de brazos cruzados. Dios hace milagros, ¡pero no nos abusemos! En todo caso, el primer milagro que Dios tendrá que hacer es descruzarnos los brazos.

Los invito a pensar en la palabra “entusiasmo”. ¿Qué es? ¿Para qué sirve? ¿Cuándo hemos estado entusiasmados?
Una definición es: “atención y esfuerzo que se dedica con empeño e interés al desarrollo de una actividad o trabajo”. 

Lo que nos falta hermanos y hermanas es despertar el entusiasmo de creer en Cristo y querer servirle. Los hechos grandes y significativos a lo largo de la historia se han llevado a cabo con personas entusiasmadas por una causa o ideal.
Algunas veces las dificultades en el caminar, los problemas económicos en la Iglesia, cosas que no nos han salido bien, cosas que hacen otros con las que no estamos de acuerdo, nos hacen perder el entusiasmo…
Recuperemos el entusiasmo de ser discípulos y discípulas de Jesucristo. Si algo va a mejorar en la Iglesia no sólo será por la gracia de Dios (que va a estar), sino porque cada uno de nosotros/as asumirá la parte de la mies que le corresponde.

Desde el ámbito secular me parece importante escuchar:
“Nada grande se puede hacer con la tristeza (…) Por eso, venimos a combatir alegremente. Seguros de nuestro destino y sabiéndonos vencedores, a corto o a largo plazo”.
Arturo Jauretche

Desde la Escritura me parece importante escuchar:
“No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo cosecharemos, si no nos desanimamos.  Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gál. 6:9-10).


Quiera Dios darnos o renovar nuestro entusiasmo para que descrucemos nuestros brazos y pongamos “manos a la obra”. La mies es mucha, pero somos nosotros y nosotras quienes somos llamados a trabajar en ella. Y sepamos que no estamos solos, porque “camina con nosotros uno que hace amanecer”. Que el Señor nos bendiga, Amén. 

P. Maximiliano A. Heusser

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