lunes, 23 de julio de 2012

Predicación Cerro de las Rosas. Domingo 22 de Julio de 2012.

8º de Pentecostés.

Textos: Marcos 6.30-34 y Jeremías 23.1-6.

Tus manos hacen la diferencia.


Festejamos los otros días, si bien es una fecha puramente comercial, el “día del amigo”. Amigos y amigas a los cuales recurrimos en nuestras necesidades, alegrías y distintas circunstancias y estados de ánimo. A medida que el tiempo va pasando vamos viendo y ponderando a unos u otros, sus limites y quizás los nuestros en esas amistades que el Señor seguramente pone a nuestro alcance.
La agenda de Jesús, como vos verás en la tuya también, siempre está llena de cosas. En su caso, está marcada y llena de trabajos diarios y de relacionamiento permanente con las necesidades de otros. Necesidades para cubrir y suplir desde el amor y la “compasión” (el padecer junto con…) hacia quiénes más necesitan.

Daría la sensación, en esta escena tan colorida que pinta Marcos, que poco es el tiempo que le queda al maestro para la reflexión personal o aún que más no sea para comer, como nos indica el evangelio de Marcos. Pero es evidente que Jesús por más cansado y hambriento que esté es capaz de cambiar su agenda con tal de satisfacer las demandas de la gente.

¿Qué demandas tendría la gente? Este evangelio en particular no nos habla hasta ahora de qué les pasaba, lo cierto es que lo siguen y logran llegar antes que él y sus discípulos a la otra orilla.
Frente a este panorama la 1ª intuición del maestro ¿cuál fue?, fue la de enseñar. Enseñó porque tuvo compasión de ellos. Estaban como ovejas sin pastor, estaban con estudiantes sin maestro que les marque el camino, qué hacer o en qué confiar o para donde seguir la vida.
Al igual que ahora la expectativa de la gente no estaba satisfecha. Al igual que ahora, la oferta del Evangelio no salía a competir con las demás ofertas del mercado. El sentido de tu vida no es algo que se rife en algún mercado, aunque para muchos esto pareciera ser así y se ofrecen como “ofertas” de desecho en cualquier parte.

Los apóstoles venían de una campaña exitosa donde el proclamar la Palabra había sido bien recibida aún en medio de las trágicas noticias de la muerte de Juan el Bautista. El proclamar la Buena Nueva es algo que trae consecuencias inevitables en la vida de uno. En la de ellos particularmente en vidas que no vuelven a ser las mismas.
El dato concreto que se desprende de este evangelio en particular es esto propio de Jesús: ve las necesidades, las entiende y actúa en consecuencia. La vida de fe ayuda para potenciar este mecanismo “talentoso” que Dios pone en todo ser humano de vivir una vida compartida más allá de nuestros egoísmos.
Durante siglos la crítica de Dios a sus líderes terrenales era que no se comportaban como tales, o tal como lo expresaba Jeremías tan duramente, como pastores que no cuidan su rebaño ni se hacen cargo de sus necesidades diarias.

Un cuento muy lejano en el tiempo, habla de dones, talentos y responsabilidades frente a lo regalado, del siguiente modo: “Estaba golpeado y marcado, y el rematador pensó que por su escaso valor, no tenia sentido perder demasiado tiempo con el viejo violín, pero lo levanto con una sonrisa. "¿Cuanto dan por mí, señores-grito-quien empezara a apostar por mi??.......... "un dólar, un dólar" después, dos. ¿Solo dos?
"dos dólares, y quien da tres? ........tres dólares a la una, tres dólares a las dos; y van las tres...." pero no, desde el fondo de la sala un hombre canoso, se adelanto y recogió el arco; luego después de quitar el polvo del viejo violín, y estiro las cuerdas flojas, toco una melodía pura y dulce como un coro de Ángeles.
Ceso la música y el rematador, con una voz silenciosa y baja dijo:"¿cuánto me dan por el viejo violín?" y lo levanto en alto con el arco. "¿mil dólares, y quien da dos?" ¡dos mil ! ¿y quien da tres? tres mil a la una; tres mil a las dos; y ya se fue ",dijo. la gente aplaudía, pero algunos gritaron, "¡no entendemos bien,¿que cambio su valor?" la respuesta no se hizo esperar: "¡la mano del maestro!" y mas de un hombre con la vida desafinada, golpeada y marcada por el pecado, como el viejo violín, se remata barato a la multitud incauta. Un "plato de lentejas", una copa de vino, un juego y sigue viaje. "se va " a la una y "se va", "se va" y casi "se fue". Pero llega el maestro y la tonta multitud no llega a entender por completo el valor del alma y el cambio que elabora la mano del maestro

Este fuerte testimonio de entrega que marca el Evangelio es la diferencia. Como dice el apóstol Pablo en sus cartas: “somos embajadores de Cristo” en todo tiempo y lugar. Mientras yo no haga o no realice nada en particular a favor de la fe que Cristo me dio, la misma es como un viejo violín guardado para el remate. No hay forma de descubrir el valor de algo hasta que esto no se utiliza. Por ese mismo motivo lo primero que Jesús pone en práctica es el Don de la enseñanza que su Padre le dio.
Cuántos serán los dones que Dios pone en nuestras manos a partir de Cristo. Dones por los cuales nosotros también nos convertimos en consoladores, maestros y maestras de aquellos que están como ovejas sin pastor. La oferta del evangelio no debiera competir en el mercado, ni rifarse al mejor postor; esta siempre presente en nuestras manos, como para los apóstoles, como para Cristo, dispuesta a ocupar los espacios de sanidad que otros necesitan, los espacios de ignorancia que el mundo trata de llenar con más ignorancia.
La oferta del Evangelio está presente en nuestras vidas para que demos cuenta de ella. En todo esto habrá seguramente un don que Dios te ha dado frente a lo cual, aún la mejor oferta del mercado no puede llegar.
La diferencia está en tus manos y entrega confiada a lo que Dios puede sacar de tu interior. Que este sea una buena semana para que descubras la música que hay en tu interior. Amén.

P. Leonardo D. Félix
Córdoba, Julio de 2012.

Predicación Cerro de las Rosas. Domingo 15 de julio de 2012.

7º de Pentecostés.

Texto: Marcos 6.14-29

La iglesia que multiplica


Quizás si nos tuviésemos que preguntar cómo comenzaron nuestros primeros pasos en la fe, seguramente tendríamos distintas y muy variadas experiencias: como niños cuando nuestros mayores nos llevaban a la iglesia, como adolescentes cuando íbamos a jugar al volley a la iglesia los sábados, ya casados o buscando casarnos, o bien, llevados por nuestros propios hijos o nietos. Las formas que Jesús elige para acercarnos a él son tan variadas como gente se convierte y lo conoce.

Así y todo, más allá de la diversidad de formas y momentos, hay principios que debemos reconocer como comunes a la experiencia de conocer a Cristo y embarcarnos en el discipulado y seguimiento.
Recordemos como comienza para Juan en su Evangelio, el ministerio público de Jesús. Una fiesta de bodas en Caná de Galilea y claro, sabemos que su fin de ministerio fue con otro banquete, el compartido con sus íntimos en el aposento alto.

Para los discípulos, sus ministerios particulares y grupales están marcados por estos dos acontecimientos obviamente, pero también por dos hechos profundos, dolorosos y fuertes; por un lado la muerte de Juan el Bautista luego que regresan de su primera misión (texto visto el otro domingo en Marcos 6.7-13) y por el otro, la muerte y resurrección de Cristo, no como final de la tarea, aunque si de una etapa única, sino como puntapié fundamental para entender el desarrollo de toda la iglesia a lo largo de los siglos.
En realidad, ambas cosas se juntan en la vida de un creyente; la alegría y gozo de la fiesta que produce la salvación y por el otro, o junto con, esta fuerte experiencia de anunciar a otros a Cristo y mostrar nuestra fidelidad única y excluyente.

En verdad, si no entendemos la fidelidad única y excluyente1 como inherente al discipulado cristiano, difícilmente sabremos lo que es el dolor del testimonio público y la alegría de la fiesta compartida en comunión.

Todo esto que contamos se enmarca con lo que relata Marcos en el Evangelio, que es digno de las mejores telenovelas. Acá las tenemos resumidas en pocos versículos. Herodes en realidad no era rey sino tetrarca (un puesto bastante por debajo del rey) y había hecho lo imposible para separarse de su mujer, a la sazón hija de un rey árabe, y por el otro lado, Herodías casada con Felipe, hermano de Herodes, también hizo lo imposible por separarse de éste para, en definitiva, estar junto a Herodes (su cuñado) y comenzar una nueva relación. ¿interesante verdad?
Lo cierto es que a los ojos de cualquier judío piadoso de la época esto era pecado y claro, Juan estuvo dispuesto a denunciarlo como tal.

Más allá de lo anecdótico de la telenovela en formato Biblia, por así decirlo, la tarea de fidelidad a Dios y dar testimonio de esta salvación nunca fue cosa simple y liviana.
La iglesia cristiana a lo largo de los siglos, ha deambulado entre dos canales que siempre están en una tensión dialéctica. La coyuntura que le toca vivir (en lo político, social y económico) y la militancia piadosa y comprometida dentro y fuera de la misma.
Esto que le pasa a Juan el Bautista, es algo parecido que podemos encontrar a lo largo de la historia infinidad de veces, con otros actores de distintos colores pero siempre con la misma pregunta, ¿cuál es la responsabilidad del creyente frente a los pecados de otros, más cuando estos ocupan espacios de poder?
Esta pregunta se ha resuelto siempre de distintas maneras. Obviándola o bien, tomando partido en la denuncia concreta de hechos que, más allá del marco moral del tiempo que nos toque vivir (dato que siempre cambia culturalmente), resignan la voluntad de Dios a un espacio de menoscabo y sin importancia.

Las decisiones concernientes al mundo que nos rodea y las acciones que tomemos, a veces son luchas aisladas y solitarias, y en otros casos, efectos multiplicadores para otros y otras. En este sentido, es la iglesia de Cristo la que puede y debe abrirse paso para multiplicar y no para restar.
Es la iglesia agente multiplicador cuando la misma en su propia diversidad de pensamientos, estilos y formas toma la iniciativa y además de acompañar, lidera espacios nuevos de pensamiento y confrontación.

Herber MacCabe, escritor inglés decía hace un tiempo atrás: “hay una gran cantidad de cristianos que no tienen interés en la política. Pero si su cristianismo es real, los políticos empezarán a estar interesados en ellos”2
Ser creyente es una opción que no puede o debe pasar desapercibida. Todo creyente tiene en sí la enorme posibilidad de denunciar los hechos y acciones contrarios a la Palabra de Dios y por ende, anunciar el gozo de la Buena Nueva encarnada, desde la comunión compartida del banquete nupcial.

Ser parte del pueblo de Dios en Cristojesús, es ante todo, saber que nuestro ministerio personal y comunitario comienza como una fiesta que nos prepara para el fuerte impacto del testimonio del discípulo militante de su fe y, aunque no sepamos cómo ni de que modo el final llegue, siempre será en la plena convicción de un banquete en donde la intimidad con Dios queda garantizada y sellada con su sangre y cuerpo, más allá de nuestras diferencias y asumiendo nuestras coincidencias. Amén.

P. Leonardo D. Félix
Córdoba, julio de 2012.

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