viernes, 23 de septiembre de 2011

Domingo 4 de septiembre

Predicación Cerro de las Rosas. Domingo 4 de septiembre de 2011.
12º de Pentecostés.


Texto: Mateo 14.22-33
14:22 En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.
14:23 Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.
14:24 Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario.
14:25 Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar.
14:26 Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo.
14:27 Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!
14:28 Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.
14:29 Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús.
14:30 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!
14:31 Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
14:32 Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento.






Pruebas de vida.


Frente a casos de secuestros prolongados y extremos, como es el caso de las FARC en
Colombia, cuando los secuestrados hablaban con sus familiares, y como prueba de vida,
los mismos les hacían preguntas a los secuestrados que solo ellos podían contestar y de
este modo confirmar que seguían vivos.
Este texto, lejos del dramatismo de estos eventos, tiene un dato relacionado con el
cuestionamiento de Pedro en medio de la barca que pide muestras a Jesús de su persona:
“Si eres tu, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (vers.28b).
Creo que Pedro hace indefectiblemente, algo que todos nosotros hacemos en momentos
de angustia: pide señal, pide reconocimiento que Dios verdaderamente está cerca.
Luego podemos volver sobre este dato y por lo pronto veamos como Mateo estructura el
mismo.


Una vez más, como veíamos el domingo pasado, Jesús se retira solo a orar y para estar
en comunión con el Padre y quizás, advertido por la tormenta en el lago, va en ayuda de
sus discípulos. Cansado o no, Jesús va en rescate de sus amigos.
En función de esta escena tan conocida, será bueno tener en cuenta algunos datos que
nos ayuden en el diario caminar de nuestra fe y de qué modo posicionarnos frente a
nuestros propios problemas.


Hay que estar en el lugar indicado para ver las señales esperadas (vers.22 y 33). En
este primer marco de referencia de la historia, y leyendo el primer y último versículo
de la historia narrada hay un dato que no debe escaparse. Si bien es cierto que las
tormentas que nos causan zozobra en la vida, no son elementos ni queridos ni deseados
por nadie, también es cierto que, el hecho de haber estado en esa barca durante esa
tormenta, no solo les permite a los discípulos vivenciar el milagro de Jesús caminando
en el agua, sino que les otorga la posibilidad de la confesión del Señorío de Cristo en
sus vidas: “Verdaderamente eres el Hijo de Dios” (vers.33).
Hay un momento en nuestra relación con el Señor que se revitaliza en momentos de
crisis y aún las peores circunstancias que muchas veces tememos, son los momentos
más indicados para volver a encontrarlo a Jesús acompañándote y dándote confianza. La
vida en Jesús, no es la ausencia de temporales, sino la certeza de cómo sobrellevarlos de
Su mano.


Fijar la vista solo en el problema, no necesariamente lo resuelve más rápido (vers.
24-25 y 29-30). Jesús le pide a Pedro que vaya a su encuentro, eso es claro. Pero lo que
también es claro es que Pedro no puede sustraerse de la problemática que lo rodea y no
puede ver más allá de la tormenta. Cuando esto se vuelve visible para el y fija la mirada
en sus propios temores, comienza a hundirse.
Muchas veces, creemos y estamos convencidos que nuestra sola fijación por resolver un
problema, logrará que el mismo se resuelva. A veces de hecho, es así. La pregunta sería
cuando tu sola mirada en el tema no basta, ¿a quién recurrís? ¿De qué manera lográs
una nueva perspectiva?
La fe no es un dato ilusorio que te aísla de tu realidad y tus problemas como un


elemento mágico, como “el fantasma” que ellos creían ver en el agua. Por el contrario,
es un punto de anclaje más allá del problema puntual y un punto seguro donde dirigir la
mirada por sobre el dato cotidiano.
Hay un llamado de atención implícito en este texto a no perder de vista este factor de
cambio que representa la presencia real de Cristo en nuestras vidas. Repito, con la fe la
tormenta no deja de existir pero si, evidentemente, cobra otro sentido nuestra vida y nos
proyecta con mayor seguridad hacia lo que está por venir.


No siempre Jesús, nos resulta familiar (vers.26-28). El dato de confundir a Jesús con
un fantasma, que es un dato inusual en la cosmovisión judía, nos confronta muchas
veces con esta incapacidad de poder reconocerlo en lo que nos va pasando a diario.
La fe para los evangélicos en general, muchas veces se nos confunde con un estado de
éxtasis o de “ausencia de malestar” permanente en donde nada malo acontece.
Los momentos de crisis, tanto personales, como grupales, exigen también un
discernimiento de nuestra vida y un compromiso por lograr ese discernimiento entre un
fantasma sin poder que nos ronda y un Dios verdadero.
Hay un dato exigido en el relato frente al requerimiento de “prueba de vida” que Pedro
hace a Jesús, y es justamente caminar sobre las aguas.
Jesús te hace protagonista en todo momento de las pruebas que pedís. No hay otro modo
de verlo que no sea participando de la acción propuesta.
Mientras mayor sea tu grado de involucramiento en tus actos y hechos, con la fe que por
así decirlo, “exigimos” se nos revele, mayor familiaridad adquiere este Hijo de Dios del
cual nos habla Mateo en el texto.


Hay un protagonismo requerido por Jesús frente a nuestros planteos cotidianos sobre
su existencia o compañía en los problemas que nos acontecen. En todos los escenarios
posibles, es bueno recordar que no es un problema estar en la barca en medio de
la tormenta, en todo caso, es una oportunidad más que el Señor te brinda de seguir
confiando en su poder. Amén.




P. Leonardo D. Félix
Septiembre de 2011.

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