Pentecostés
Texto: 1º Corintios 12.1-13
Dejando las costas atrás
Cuando uno predica los domingos desde el púlpito de esta iglesia o cualquier otra iglesia cristiana, por momentos tenemos la sensación que todos los presentes estamos atravesados por las mismas realidades y que lo que nos pasa en la vida, también lo interpretamos de los mismos modos.
Aunque parezca una obviedad decir esto, creo que es un dato más que bueno en este caso en particular, recordar la pluralidad de pensamientos, afectos y estados anímicos que existen al momento de sentarnos acá en la iglesia.
Pentecostés es, por sobre todas las cosas, una experiencia plural por un lado, pero atravesada en todo momento por un hecho singular y único como es la venida del Espíritu Santo. Y es esto justamente lo que la iglesia cristiana en todo el mundo revitaliza cada vez que llega esta fecha en donde hacemos memoria juntos del viento recio que sopló y parecía un temblor en medio de los creyentes reunidos
Esta vez, ya no desde los textos clásicos de Juan con los discípulos encerrados, o desde el libro de los Hechos de los Apóstoles, sino desde un evento que nos irá marcando también a lo largo de los siglos. Esto es, los modos en que El Espíritu de Dios se va manifestando en medio de la historia junto a nosotros.
Habría muchas miradas distintas de nuestra vida desde la cual otros nos pudieran ver seguramente. Muchos modos de analizarnos y observarnos. Así con este texto que te propongo que lo veamos desde tres lugares distintos pero, que se hacen uno al mismo tiempo.
La Fe como un antes y después en tu vida (vers.1-2). Una primer mirada ineludible es el cambio que el mismo espíritu de Jesús provoca en nuestra vida. ¿podemos decir que es un antes y después? Con seguridad es así.
Al decir de un colega mío hace años, Dios no contesta pregunta, habla simplemente y de manera increíble. Este es un ejercicio que se reconoce por el andar con El. A mayor tiempo de caminar juntos, mayor tu capacidad de escuchar lo que dice y entenderlo al mismo tiempo.
De este modo nos reconocían a los cristianos en los primeros años de vida de la iglesia de Cristo, como los del “camino”. Como aquellos que comparten mientras avanzan. Después de todo, la misión de la iglesia, al igual que tu vida, se define, o debe ser definida por un avance permanente que nos permita avisorar nuevas costas en todo momento….
Al decir de un proverbio anónimo holandés: “solo es posible ver un océano nuevo, perdiendo de vista la costa que dejamos”
¿Hay costas que estás perdiendo de vista en este tiempo? ¿dónde ves los cambios en tu vida y los de la iglesia de la cual sos parte?
No cualquier Señor, sólo Jesús (vers. 3 y 13). Afirmar la supremacía de Jesús como “El Señor” en tiempos del Imperio romano, era el claro desafío a “Cesar Señor” y su poder de muerte. Un poder de muerte que se verificaba entre otras cosas en el mantenimiento de una sociedad estratificada desde los términos jurídicos (libres vs. Esclavos) y por el otro lado, diferenciada cultural, social y económicamente (judíos vs. Griegos)
En este marco, los dones del espíritu son discutidos y argumentados por Pablo en la carta a los Corintios. Ellos, como todo ciudadano de una gran metrópoli llena de ofertas de todo tipo, deben poder encontrar no sólo el rumbo de su fe comunitaria, sino también el sentido que Dios tiene para esa diversidad de gente bajo el mismo techo del mismo espacio comunitario.
¿Cómo hacer de la comunidad de fe un espacio que no termine reproduciendo las injusticias que vemos fuera de la misma, o las desigualdades, o los atropellos o el mantenimiento del status quo?
¿Cómo construye nuestra comunidad espacios distintos a los del medio en el cual estamos inmersos? ¿hasta que punto no pensamos cada estrategia nuestra en valores de mercado?
Todos los dones, en un solo cuerpo y en un mismo sentido (vers. 4-12). Evidentemente para la comunidad que recibe este mensaje, el despegarse de su medio en alguno de sus sentido les es un ejercicio por demás difícil y complejo. Pablo acude a algo que a ellos les parece fundamental como es la sabiduría (el valor agregado de los “que saben” diríamos hoy) como principio rector de lo que mueve nuestras acciones.
Se nota una clara disputa entre los que tienen ciertos dones y talentos por la vida de otros y lo que manifiestan. Porque el hablar de dones y talentos implica una práctica consecuente con los mismos es que esto se vuelve un tema complejo. Todo don se aplica, y toda aplicación no es neutra.
Una comunidad de fe que privilegia ciertas manifestaciones del Espíritu por sobre otras, es necesariamente una señal de cómo es (ni mejor ni peor, solo una marca que la identifica) pero,
El reconocimiento de la pluralidad que el Espíritu da a su Iglesia no es sólo una accion declarativa, es un ejercicio cotidiano desde el cual pararse a mirar a a los otros, y de cómo sobrellevar las cargas mutuamente.
Reconocer, aceptar y convivir con lo distinto y plural es evidentemente, una identidad en sí mismo. A esto justamente apunta Pablo y remata la idea con el capítulo 13 de la misma carta y su famoso himno al “amor”.
Venida del Espíritu Santo es muchas cosas para los acá presentes como lo era para aquellas comunidades en aquel entonces….pero hay cosas que deben ser claras y que no podemos negociar en aras al ejercicio de la pluralidad que el Espíritu busca para nuestra vida:
O Una Fe viva que transforme tu vida en un antes y después y te haga buscar un avance de tus proyectos en los lugares donde vivas y trabajes.
O Un reconocimiento de Jesús como eje central de tu vida desde el cual poder vivir la relación con aquellos y aquello que te rodea que, necesariamente se va a contraponer con el mundo que lo circunde y lo va a interpelar.
O Y una practica paciente de un nuevo espacio en donde, tus talentos y los que otros acerquen al cuerpo de Cristo, deben poder amalgamarse reconociendo en ellos, el mover del Espíritu Santo.
Que este sea tiempo de renuevo para tu vida, tiempo de cambio para nuestra iglesia y tiempo de bendición sobre los caminos en los cuales andamos con Jesús. Amén.
P. Leonardo D. Félix
Córdoba, junio de 2011.
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