miércoles, 9 de septiembre de 2015

Predicación

15° Domingo de Pentecostés – 06 de Septiembre de 2015
P. Maximiliano A. Heusser

Leer: Salmo 125, Isaías 35:4-7ª, Santiago 2:1-10, (11-13), 14-17, Marcos 7:24-37.
La primera parte del pasaje del Evangelio de Marcos (Marcos 7:24-29) nos presenta a Jesús en el extranjero. Jesús está en suelo absolutamente gentil (no judío). No es el lugar en el que un judío se sentía cómodo, sobre todo, pensando que los judíos se consideraban muy superiores a cualquier otro pueblo, porque ellos tenían al Dios verdadero, y los otros pueblos, a dioses paganos.
Jesús entra en una casa. Asumimos que es gente que ha escuchado, quizás por viajantes, algo acerca de Jesús y de todo lo que hace. Rápidamente se difunde su presencia en ese lugar. Una mujer del lugar (sirofenicia), al escuchar de él, lo va a buscar y se mete en la casa. Allí, postrándose a sus pies, le pide que eche fuera el demonio que está dentro de su hija.
Jesús utiliza una imagen fuerte, y bastante dura, para afirmar que primero deben recibir “el pan” los judíos (los hijos) y después los extranjeros (los perros). En esta imagen se hace evidente el pensamiento de superioridad que tenían los judíos con respecto a los demás pueblos.
La mujer le dice con mucha astucia que aún los perros comen debajo de la mesa las migas que caen al suelo. De alguna manera, haciéndole entender que ella (y su hija) pueden recibir aunque sea algo de Él.
Jesús parece estar de acuerdo con el planteo y le dice que por esta respuesta (esta palabra) el demonio ha dejado a su hija. La mujer vuelve a su casa y comprueba que su hija ya está bien.
Resulta muy interesante -pensando en esta primera parte del pasaje- que Jesús está en el extranjero y no sólo pasa circunstancialmente por allí, sino que también se queda en casa de alguien (extranjero?). Seguramente las costumbres son distintas, las normas son otras, las leyes son diferentes. Jesús acepta convivir con personas diferentes a cualquier judío.
Aquí podemos llegar a ver una actitud “abierta” de Jesús hacia los extranjeros. Un Jesús que se coloca en la misma línea que muchos profetas que plantearon la idea universal de pueblo de Dios, no limitándose al Israel elegido de Dios, sino siendo mucho más abarcativos.
Cuando Jesús comienza a dialogar con la mujer sirofenicia, parece echar por tierra lo que acabamos de plantear. Compara a los judíos con los hijos y a los extranjeros con los perros. Una de las expresiones más duras de Jesús en los Evangelios, y la más dura no dicha a escribas y fariseos. La mujer, con mucha determinación, insiste. Jesús valora su respuesta y opera el milagro a la distancia.
La teóloga argentina Marisa Strizzi, agrupa las diversas interpretaciones sobre este pasaje que se han dado a lo largo de los años:
1. Algunos autores sostienen la posibilidad de que Jesús se estuviera haciendo el gracioso con esta mujer, alivianando así, la gravedad de la respuesta de Jesús, que dicho sea de paso, fue bastante antipática. Con esta “humorada”, Jesús prueba la fe de la mujer, y ésta saliendo airosa recibe el favor de Dios para con su pequeña hija.
2. Otros autores afirman como posibilidad, que Jesús hiciera uso de sus ventajas sociales, culturales y religiosas, sobre esta mujer. El varón judío, maestro y sabio, desestima a una mujer sola, quizás viuda, extranjera y pagana. En esta posibilidad se valora enormemente la respuesta de la mujer que ubica a Jesús en su lugar y logra que éste la respete y le conceda la liberación a su hija.
3. Finalmente, otros autores postulan la posibilidad de que la mujer sirofenicia fuera rica. De esta manera, justifican la respuesta de Jesús considerando que siempre prefirió estar rodeado de pobres y marginales y no de gente acomodada y de buena posición. En esta posibilidad, también es bien valorada la respuesta de la mujer, que abandona su lugar de privilegio y se inclina ante el único que cree que le puede sanar a su pequeña hija, aunque sea carpintero, judío y “pagano” (adoraba a otro Dios, Yahvé).
Con cualquier interpretación que nos quedemos, debemos advertir que lo que posibilita la acción liberadora de Jesús, es la insistencia, fe y tozudez de la mujer sirofenicia. Una mujer que se inclina ante Jesús, reconociendo que sólo él puede ayudar a su hija. En segundo lugar, lo que debemos advertir es que la misericordia y la acción salvadora del Dios encarnado, Jesús, sale de los límites de Israel y llega hasta los completamente distintos, los otros.

Pasando a la segunda parte del pasaje del Evangelio (Marcos 7:31-37), podemos ubicar a Jesús en la zona romana. Es también territorio gentil. Allí le traen a un sordomudo para que lo sane. Debemos señalar que este hombre es traído por otros. Pueden ser familiares, amigos, vecinos. Se trata de personas que querían que Jesús obrara un milagro en él. Este grupo de gente le ruega a Jesús que ponga sus manos sobre él. La imposición de manos era una señal de bendición. Jesús se lleva a este hombre aparte, le mete los dedos en los oídos, escupe y toca su lengua. Luego mirando al cielo gime y le dice al hombre: “abrite”. Al momento nos dice Marcos, se le abrieron los oídos y se le desató la lengua y hablaba bien.
Jesús les pide a todos que no cuenten esto y la gente no podía contenerse y lo contaban a todo el mundo. Por esto decían: “hace todo bien, hace a los sordos oír y a los mudos hablar”.
Resulta muy interesante detenernos en las personas que le traen a Jesús este hombre sordo y tartamudo. Se ve un interés legítimo en cambiar su situación de vida. Se busca ayudarlo a vivir más plenamente, realmente esperan que Jesús cambie su situación. Este grupo busca que este hombre acceda a todas las condiciones necesarias para vivir una vida digna y abundante. Esta debiera ser nuestra actitud cuando oramos por otros y otras. Deberíamos involucrarnos, movernos, organizarnos, para cambiar la realidad de alguien, pidiéndole a Dios que en su misericordia, obre en su vida. Este grupo intercede desde la misma acción que llevan adelante, buscando que el hombre sea sanado por Jesús.
También resulta interesante poner nuestra atención en este hombre. Se trata de un hombre sordo y tartamudo. No escucha y no puede hablar bien.
El Pastor Guido Bello reflexiona sobre este pasaje sugiriendo entender esta sanación como metafórica. ¿Quiénes son o somos los sordos? ¿Quiénes son o somos los que no podemos hablar?
Me animo a pensar que los sordos hoy, por ejemplo, son los terratenientes que en el norte argentino y en tantos otros lugares, se han quedado con tierras que no les pertenecían, no reconociendo que ya había personas en esos campos. Sordos que no escuchan ni quieren escuchar el clamor del pueblo de la tierra.
Me animo a pensar que sordos también son aquellos que engañan mujeres en distintos lugares del país, llevándolas engañadas a otras provincias y obligándolas a prostituirse perdiendo el contacto con sus familias, viviendo explotadas. Sordos que no quieren escuchar…
Sordos también son aquellos que no escuchan el clamor de millares de africanos que huyen de sus países pidiendo asilo y poder vivir en paz.
Sordos también son aquellos que en nuestra ciudad no escuchan el reclamo de los jóvenes que viven en los barrios marginales, que son sistemáticamente detenidos por la policía de nuestra provincia por “portación de rostro”, escudándose en el controvertido Código de Faltas. Sordos que no quieren escuchar…
Sordos son todos los políticos y los funcionarios que en los distintos niveles del Estado no hacen nada pudiendo hacer mucho por estos reclamos. Sorda es la Iglesia cuando permanece al margen de los reclamos de su pueblo. Sorda y ciega la sociedad cuando prefiere no escuchar y mirar para otro lado…
Pero Jesús sanó la sordera de este hombre, sus oídos le fueron abiertos, y pudo comenzar a escuchar. Por esto hay Evangelio, buena noticia! Porque Jesús hace todo bien, hace a los sordos oír y a los mudos hablar (Mc 7:37). Dios puede hacer que todas estas sorderas y tantas otras sorderas se puedan revertir. Pero hay que interceder, como los amigos que llevaron a este personaje ante Jesús.
Pero este personaje que es sanado por Jesús, también pudo hablar, también pudo expresarse. Y por esto es bueno que pensemos quiénes necesitan hablar hoy, quiénes necesitan ser escuchados hoy:
Creo que nuestros pueblos originarios nos siguen hablando y nos enseñan a sostener una lucha pacífica, justa, con paciencia y esperanza.
Las mujeres víctimas de Trata de Personas comienzan a tener voz y nos muestran lo terrible que puede ser el ser humano.
Esta semana el clamor de los miles de muertos en el Mar Mediterráneo se pudo escuchar con claridad.
La voz de los jóvenes cordobeses se escucha desde diferentes lugares, aunque siempre desde los márgenes, reclamando justicia, libertad e igualdad.

Jesús se mueve en un territorio que no le es propio. Quizás se siente como “sapo de otro pozo”. No está rodeado de gente como él, todo lo contrario, está rodeado de diferentes, de distintos. Pero en ese lugar ajeno, trae vida abundante, hace el milagro, posibilita la vida digna para esa pequeña niña.
¿Cuál será el mundo extranjero al que tenemos que animarnos a salir? ¿Quiénes serán los diferentes a nosotros/as que siguen necesitando del Señor? ¿Cuáles son “los perros” que necesitan comer las migas que caen de la mesa?
Jesús abre los oídos del sordo y este puede escuchar. Debemos seguir intercediendo, para que los sordos comiencen a escuchar, para que aquellos que pretenden no escuchar a los demás, puedan atenderlos. Y también debemos interceder ante Dios, para que podamos ayudar a levantar la voz de aquellos sin voz, que tienen algo para decir, algo para reclamar. Para que no haya más mudos ni personas que no se puedan expresar.

Quiera Dios que su Palabra cale honde en nosotros, en su Iglesia, en nuestra sociedad y en todo el mundo, para que los sordos oigan y los mudos hablen. Que así sea, Amén. 
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