Domingo 28 de Diciembre de 2014 – Culto de Acción
de Gracias
P. Maximiliano
A. Heusser
Leer: Isaías 61:10 – 62:3
En este breve texto de Isaías, el profeta exalta dos atributos de Dios:
la justicia y la salvación.
El profeta no solo debe haber estado seguro de la existencia de estos
dos atributos en Dios, sino que también, de alguna manera, debe haberlos
experimentado.
Cuando uno menciona virtudes de algo o de alguien, lo lógico es que uno
haya experimentado esas virtudes. Si digo que tal producto es muy bueno, se
espera que lo haya probado. Si digo que tal persona es excelente, se espera que
yo la conozca lo suficiente para hacer esa afirmación.
Lo mismo sucede con el texto del profeta. Isaías debe haber
experimentado y conocido que Dios es un Dios de justicia, que es justo, que
hace justicia y que quiere que se haga justicia.
El pasaje forma parte de las buenas noticias de Dios para con su pueblo. Se menciona, seguramente después del
exilio, un tiempo nuevo, de alegría, gozo, un tiempo de reedificación y
restauración.
El atributo de la justicia nos ayuda a recordar que Dios no es un Dios
al que todo le da lo mismo. No es un Dios indiferente. Esta “no indiferencia de
Dios” debe ser extrapolada a nuestro momento histórico. Al hacerlo, podemos sostener
que nuestro Señor no es un Dios despreocupado por lo que sucede en el mundo que
Él ha creado. No es un “Dios de vacaciones”, con bermudas y anteojos negros. A
Dios no le da lo mismo, por ejemplo, las penurias y calamidades que cristianos
están sufriendo en medio oriente en este tiempo. Dios no es indiferente a la
injusticia. De la misma manera, tampoco le dio lo mismo las penurias y
calamidades que los cristianos hemos realizado a distintos pueblos y grupos a
lo largo de la historia.
A Dios tampoco le da lo mismo el compromiso cierto de países de
disminuir hasta un 40% la emisión de gases de efecto invernadero para el año
2030, intentando disminuir el cambio climático y las consecuencias desastrosas
que este trae para los pueblos más carenciados en distintos lugares del mundo.
Como tampoco le da lo mismo países y empresarios millonarios que se niegan
sistemáticamente a asumir compromisos en ese sentido.
A Dios no le da lo mismo que se realicen grandes, elocuentes y
cristianas afirmaciones que no sean respaldadas por vidas vividas con sentido,
al servicio de los demás.
A Dios no le da lo mismo -cuando hablando de los bienes y las cosas que
se tienen- se privilegia desmedidamente lo mío sobre lo nuestro, lo propio (con
el sentido de privado) sobre lo comunitario.
Isaías nos hace recordar que Dios es un Dios justo, que hace justicia y
que quiere que se haga justicia.
Isaías también menciona en el texto el atributo de la salvación. El
profeta ha experimentado de alguna manera que Dios es un Dios de salvación. En
este pasaje, la salvación tiene que ver con el regreso del exilio, con el fin
de un tiempo malo y el principio de un tiempo distinto y mejor.
Dios es un Dios de salvación, un Dios que quiere que su pueblo se
salve. En este pasaje de Isaías (especialmente en el Cap. 62) se puede ver una
mirada que privilegia a Israel sobre otros pueblos. Sin embargo, también hay
que notar que en la relación de Dios con Israel hay que poder ver la relación
de Dios con la humanidad.
Y en esa relación de idas y vueltas, de acercamiento y alejamiento,
Dios quiere que la humanidad se salve.
Entonces ¿Qué será salvarse?
Esta pregunta puede ser respondida de diferentes maneras según el
pensamiento y tradición de cada uno/a. Comparto tres posibles respuestas que
representan tres tradiciones distintas.
Un evangélico tradicional me dirá que salvarse es recibir a Jesucristo
en el corazón.
Un católico romano tradicional me dirá que salvarse es ser parte de los
bautizados.
Un pentecostal me dirá que salvarse es haber recibido el doble bautismo
(del agua y del Espíritu).
Llama bastante la atención que estas respuestas no están en el texto
bíblico. A veces aprendemos ciertas frases o ciertas fórmulas que poco tienen
que ver con lo que se afirma en la Escritura. En los textos bíblicos la
referencia a salvarse o a la salvación tiene que ver con contar con el favor de
Dios. En el recorrido de Israel en el Antiguo Testamento se puede ver que cada
vez que el pueblo “hace la voluntad de Dios” cuenta con su favor. Por el
contrario, cada vez que se aparta de la voluntad divina, termina padeciendo
diferentes circunstancias. De hecho, la salvación aparece fuertemente ligada a
la justicia. Alguien justo delante de Dios será alguien salvo.
Esta idea de fuerte raíz veterotestamentaria pero que llega hasta el
Nuevo Testamento, supera los límites que algunas veces sostenemos desde las
Iglesias; supera también, los límites que a veces ponemos cada uno de
nosotros/as cuando conversamos estos temas, por ejemplo, en la sobremesa de un
almuerzo o una cena familiar.
Digo que esta idea es superadora porque significa (en contra nuestro)
que los cristianos podemos no ser salvos. ¿Cómo sería esto? Cuando nos alejamos
de la voluntad de Dios...
Si no buscamos recordar y cumplir la voluntad de Dios puesta en ejemplo
humano por el Emanuel, Dios con nosotros, lejos vamos a estar de la salvación y
de la justicia de Dios.
Si no buscamos con esmero vivir y cumplir la voluntad de Dios,
siguiendo los pasos de Jesús, no importa que hayamos recibido a Jesucristo en
el corazón (evangélicos), ni que seamos parte de los bautizados (católicos), ni
que hayamos recibido el doble bautismo (pentecostales), no seremos salvos... (o
por lo menos no como creemos).
Dios es un Dios de justicia que superó los límites de su pueblo elegido,
llevando su mensaje de verdad, justicia, amor y paz, más allá de las fronteras.
Por eso la bendición de Abraham es para todos los pueblos de la tierra (Génesis
22,:18). Por eso en el mismo momento del nacimiento del Hijo de Dios, lo
adoraron sabios de oriente (Mateo 2). Por esto mismo, apenas comienza a
organizarse la comunidad de seguidores del Jesús resucitado, el Señor llama a
Saulo, para ser su Apóstol a los gentiles (Hechos 9).
Dios permanentemente supera las fronteras que los seres humanos levantamos
entre nosotros/as.
Dioses dinámico y crece, nosotros nos anquilosamos y nos achicamos en
nosotros mismos.
Dios es justo y quiere la justicia para todos, nosotros tendemos a ser
injustos, queriendo que la justicia sólo obre a nuestro favor.
Dios es un Dios de salvación, nosotros tendemos a creernos salvos y a
querer que sólo algunos se salven.
Quiero ir terminando compartiendo un poema muy conocido de un Pastor
Alemán, Luterano, compañero de lucha de Dietrich Bonhoeffer en el movimiento
opositor a Hitler llamado “La Iglesia Confesante”.
Cuando los nazis
vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista;
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.
porque yo no era comunista;
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.
Martin Niemöller.
Este poema lo podemos ampliar hoy. “Cuando vinieron a llevarse a los…”. Podemos
agregar grupos que no piensan como nosotros pensamos; personas que viven de una
manera que no entendemos; personas que se visten de una manera extraña;
personas que hacen cosas que nosotros no haríamos… Este pastor alemán se dio
cuenta de su error y cambió.
Dice el profeta: “Por causa de Sión y de
Jerusalén no callaré ni descansaré, hasta que su justicia brille como la aurora
y su salvación alumbre como una antorcha”. Isaías
62:1.
Quiera Dios que podamos ser cristianos comprometidos con la
realidad que nos toca vivir. Que podamos ser más justos, como el Dios en quien
creemos, al que no le da los mismo cualquier cosa. Que podamos bregar en la
búsqueda de la salvación para todos y todas más allá de los límites que
nosotros pretendemos ponerle a Dios. Que podamos poner en práctica las enseñanzas
y ejemplos de Jesucristo, quien se dio a sí mismo por amor para toda la
humanidad. Que el Señor nos bendiga, Amén.