Domingo
20 de Julio de 2014 – 6° de Pentecostés
Leer: Mateo 13:24-30, 36-43
Esta parábola que nos propone el Evangelio para
el día de hoy es una de las pocas, junto con la del sembrador (del domingo
pasado), que Jesús explica. Parte de la riqueza de las parábolas es que no se
expliquen y que uno pueda ubicarse en distintos lugares para abarcar mayores
posibilidades de análisis. Pero Jesús quiso explicar estas parábolas, por lo
que trabajaremos con la interpretación del mismo Jesús.
Pensaba al releer el pasaje que el tema
principal de la parábola es la dicotomía (la oposición) entre lo bueno y lo
malo (el trigo y la cizaña) y vamos a comenzar refiriéndonos a esto. En segundo
lugar vamos a hablar de la capacidad de cambio de la semilla. En tercer lugar
nos vamos a referir a las espigas, como frutos que evidencian qué planta somos.
1. “Los cristianos a lo largo de los años,
afortunadamente nos hemos encargado de echar luz sobre lo bueno y lo malo.
Hemos sabido construir criterios que ayuden a juzgar entre los buenos y los
malos. Nos hemos encargado de señalar específicamente quiénes accedían a la
salvación y quiénes –por el contrario- merecían la condenación eterna. Los
cristianos hemos sabido distinguir quiénes son hijos del Reino y quiénes son
hijos del maligno”.
Esta práctica de separación entre lo bueno y lo
malo, los buenos y los malos, pareciera formar parte de la misma esencia de la
humanidad. En el tiempo de Jesús también se hacían estas divisiones. Las
divisiones entre buenos y malos podían darse por diferentes razones: por
motivos religiosos, por motivos
políticos e ideológicos, por motivos económicos, por motivos sociales,
etc.…Parafraseando la canción de León Gieco diría 20 siglos igual.
Los cristianos hoy seguimos teniendo la
costumbre de querer separar lo uno de lo otro. En otras categorías se utiliza
el término separatismo para referirse a este fenómeno. Sucedía en el tiempo de
Jesús, sucedió a lo largo de los años, de los siglos, y hoy en día sigue siendo
una realidad la existencia de cristianos y cristianas que pretenden ser los
“separatistas de la salvación”.
El texto del Evangelio de hoy nos muestra que el
juicio es de Dios, quien separará lo bueno de lo malo es Dios mismo mediante
sus ángeles. El que siembra es Jesús, el campo es el mundo, y la buena semilla
deberíamos ser los hijos del Reino. La cizaña son los hijos del maligno, que
crecen en medio del mundo también.
Nuestro papel se debe limitar a ser buena
semilla, para que el Reino germine y produzca humanidad en medio de tanta
deshumanización.
2. La parábola de la cizaña tiene sus límites en
cuanto a los alcances de ser trigo o cizaña. Los seres humanos, a diferencia de
las plantas, tenemos una posibilidad ilimitada de cambiar lo que somos. La
cizaña siempre será cizaña y el trigo siempre será trigo. En cambio, los seres
humanos podemos ser cizaña, reconociendo que no le hemos dado a Dios el lugar
que se merece en nuestra vida, y convertirnos por gracia de Dios, en semilla de
trigo bueno (=conversión positiva).
El mensaje proclamado por Jesús era “Buena
Noticia”. Si nos damos cuenta que vivimos apartados de Dios y que muchas veces
nos dejamos guiar por el mal, por los malos sentimientos, por los prejuicios,
por nuestros miedos, por nuestros egoísmos, etc., la buena noticia es que
podemos dejar de ser cizaña y cambiar el rumbo de nuestra vida…
Dios hoy nos invita a ser buena semilla. Dios
nos desafía a dejarnos sembrar por él en medio de la sociedad en la que vivimos
para dar “buen fruto”. Abramos nuestro corazón a Dios, para que sople de su
Espíritu Santo y nos alcance con su amor transformador y su gracia
misericordiosa…
Pero ya que hablamos de dicotomía, podemos decir
también que esto sucede a la inversa. Es decir, que la buena semilla que
son/somos los hijos de Reino sembrados en el mundo por Jesús, lamentablemente
nos podemos convertir en cizaña, en mala semilla (=conversión negativa –
pecado). Este es un peligro del que tenemos que cuidarnos. Los seres humanos
tenemos, decíamos recién, la capacidad de cambiar. Una posibilidad es cambiar
hacia el bien y otra posibilidad es cambiar hacia el mal. Esto se da cuando los
cristianos nos acostumbramos mucho a serlo, nos sentimos extremadamente cómodos
y cercanos a Dios, creyendo que somos prácticamente perfectos y salvos. Este es
un peligro del que debemos cuidarnos extremadamente.
3. En último lugar debemos mencionar que
finalmente el padre de familia distingue entre la cizaña y el trigo por la
espiga, por su fruto. Esto mismo también sucede si pensamos en los frutos de
los buenos (hijos del Reino) y en los frutos de los malos (hijos del maligno).
Nuestras obras, nuestras palabras, nuestros comentarios, nuestras acciones,
demuestran y evidencian si somos buena semilla o si somos cizaña. Si
colaboramos con el Reino de Dios para que se acerque en este tiempo y lugar o
“trabajamos en contra”. Debemos trabajar y velar para que el Reino germine y
produzca humanidad en medio de tanta deshumanización.
El siguiente video nos da algunas ideas de cómo
ser buenas semillas y llevar buenos frutos.
Quiera Dios que superemos esas ganas de juzgar y
separar a los buenos de los malos. Quiera Dios que si somos cizaña podamos
decidir aceptar el amor y la misericordia de Dios convirtiéndonos en trigo, como
así también, evitemos el peligro de siendo trigo, convertirnos en cizaña. Finalmente,
Dios siga queriendo que llevemos buen fruto y trabajemos sembrándonos como
semillas de su Reino. Que el Señor nos bendiga, Amén.
P. Maximiliano A. Heusser
Córdoba, Argentina.