Domingo
27 de Abril de 2014 – Culto del Pacto
Leer:
Juan 20:19-31
P. Maximiliano A. Heusser
El Culto del
Pacto fue instituído por Juan Wesley, fundador del movimiento metodista, allá
en el año 1755. Wesley lo hizo porque creía que, por lo menos una vez al año,
debíamos volver a comprometernos con Dios de una manera especial y profunda.
Hace un par de
años una maestra del Jardín de Infantes “Arco Iris” de la Iglesia Metodista en
Temperley, nos había invitado a la confirmación de sus votos matrimoniales,
cumpliendo recién diez años de casados. Su argumento fue que habiendo tantos
matrimonios que se separan, había que festejar la decisión de seguir juntos.
El Culto del
Pacto para Wesley tiene que ver un poco con esto. Con la necesidad de confirmar
o renovar la elección que hemos hecho. Y si nunca lo hemos hecho, será
significativa la decisión que tomemos, en cuanto a nuestra relación con el
Señor.
Entremos en el
texto del Evangelio de Juan que nos ayudará a reflexionar en este sentido.
Tenemos que recordar que en lo inmediatamente anterior, es María Magdalena,
quien muy temprano va al sepulcro y ve la piedra corrida. Ella rápidamente
informa esto a Pedro y a Juan, quienes corriendo llegan y ven lo mismo. Pedro
entra primero y ve el sudario y las vendas y después entra Juan. Ellos no
terminan de entender lo que estaba pasando. Jesús se le aparece a María
Magdalena y le pide que les cuente a los demás que lo ha visto.
Juan nos dice que
sobre el final de ese mismo día, los discípulos estaban encerrados. María les
ha contado que habló con él, pero ellos mucho no le creen: “Habla cosas de
locos, dice que lo vio”.
Es en medio de
ese clima que Jesús se aparece ante ellos y todos lo pueden ver (salvo Tomás).
Jesús les desea la paz y les muestra las heridas de la cruz en sus manos y
costado. Les dice que como Dios lo envía a él, Él los envía a ellos. Sopla
sobre ellos para que reciban el Espíritu Santo. Les da poder, el mismo poder
que él tuvo para perdonar y sanar personas.
Conocemos y
acabamos de leer el resto del pasaje. Cuando vuelve Tomás, todos le cuentan lo
sucedido (como hizo primero María Magdalena) y él no cree, dice que si no ve y
toca, no va a creer. Jesús se toma ocho días y vuelve a aparecer en medio de
sus discípulos que siguen juntos y con las puertas cerradas. Les vuelve a
desear Paz y le pide a Tomás que compruebe, que toque. Y allí la
bienaventuranza para aquellos que sin ver creemos en Él. Juan, el evangelista,
nos aclara que Jesús hizo más cosas resucitado pero que estas se escribieron
para que podamos creer, y creyendo tengamos vida en su nombre.
Cuando leía este
pasaje pensaba en lo compleja que es la resurrección. Además de ser el hecho
más asombroso del NT, es algo que a sus propios discípulos les cuesta trabajo
creer. Lo cuenta primero María Magdalena y mucho no le creen, no hay mucho
cambio en el grupo... Se lo cuentan todos a Tomás cuando Jesús se les aparece a
ellos, Tomás no cree y el grupo sigue junto y con las puertas cerradas...
Finalmente ellos y Tomás creyeron, y es recién ahí, como sabemos, que comienzan
a haber cambios...
El hecho de la
resurrección, en cuanto el “si” de Dios al proyecto vivido y sostenido por
Jesús en sus enseñanzas y ministerio es un hecho complejo, porque nos debemos
dejar afectar por él. Debemos dejarnos afectar por el Jesús resucitado. Y
recién ahí podremos vivir los cambios necesarios en nuestra vida...
Hace poco
escuchaba a un especialista en neurología que hablaba del funcionamiento del
cerebro en cuanto a la memoria. Afirmaba que uno no recuerda cualquier cosa,
suele recordar mucho más aquellas cosas que tienen un valor afectivo, una carga
emocional. Aquellas cosas que fueron significativas.
Históricamente
los cristianos afirmamos una y otra vez la resurrección del Señor. No sólo como
un hecho histórico, sino mucho mejor, como un momento significativo y cargado
emocionalmente para la vida de la cristiandad. Por esto nadie olvida la
resurrección... Porque es un hecho que afectó la vida de los discípulos y
afecta de la misma manera nuestra propia vida, si es que se lo permitimos...
Decíamos el domingo
pasado que la cruz vacía, la cruz que nos recuerda la resurrección del Señor,
era una pregunta que se levantaba en el aire. Es una pregunta que hoy vamos a
intentar responder. No es una pregunta sencilla, es una pregunta importante, de
esas que uno tiene que meditar, de esas que uno piensa mucho...
Si no me
equivoco, la madre de Einstein, cuando éste volvía de la escuela, no le
preguntaba qué había aprendido, sino qué había preguntado. De ahí que este gran
pensador hablara siempre de la importancia de hacer y hacerse preguntas.
Sigue en pie la
pregunta que nos hace la cruz vacía de la resurrección: ¿Me seguís?
Un comentarista
bíblico explica: “No nos dice [Juan] el evangelista que los discípulos “no
creyeran” en el Resucitado; con excepción de Tomás, todos lo habían visto y
creían en él; pero una cosa es creer y otra abrirse a las implicaciones que
tiene la fe, y ese es el proceso que le toma a la comunidad de discípulos un
buen tiempo, tiempo por demás en el que Jesús, con toda paciencia y comprensión,
está ahí cercano, acompañando, animando y ayudando a madurar la fe de cada
discípulo”.
Se trata entonces
de poder pasar del creer liviano al creer comprometido. El creer liviano puede
ser aquél que piensa que hay algo más allá. Aquél que está de acuerdo en que
una mente superior debe haber creado todo el mundo y el universo. El creer
liviano es aquél que puede venir a la Iglesia pero no es movilizado por el
Evangelio. Es el famoso o famosa “calienta bancos”.
Si los discípulos
no se hubieran dejado afectar por la resurrección, sus vidas nunca hubieran
cambiado tanto. Si los discípulos no hubieran respondido con sus vidas al Jesús
resucitado, hoy no habría ninguna iglesia cristiana. Y además, nadie sabría que
un tal Jesús Nazareno murió en una cruz en el Gólgota, ni sabría por qué murió,
ni lo que hizo y enseñó en su vida.
En este Culto del
Pacto que celebramos hoy, nos toca a nosotros y nosotras decidir si vamos a
dejarnos afectar por el Jesús resucitado o nos vamos a quedar “en el molde”,
como se suele decir…
Es Jesucristo
resucitado quien nos invita a sumarnos a su proyecto. Es Jesucristo quien nos
invita a sumarnos en la búsqueda de su Reino en medio nuestro. Y esto no de
palabra nada más, sino que debe ser respondido con nuestra vida. Como dijo el
comentarista, “abrirnos a las implicaciones que tiene la fe”.
Quiero terminar con este poema del Obispo
(e) Federico Pagura: “Solitario”. Luego tendremos unos minutos para orar en silencio, pensando a qué nos comprometemos en este Pacto con nuestro Señor.
Si supieras
Cuánto te ama el que te ha
creado,
Que jamás te ha abandonado,
Que jamás te dejará.
Si supieras
Cuánto sufre por tu ausencia,
Cómo aguarda con paciencia
Que lo vuelvas a encontrar,
No andarías
Arrastrando por el mundo
Ese gesto iracundo que no
oculta tu dolor
No andarías
Consumiendo tu existencia,
La sagrada y rica herencia
Que la vida te entregó.
Hallarías lo que tanto añora tu
alma,
la alegría de vivir,
la paz del perdón.
¡Solitario!
No te escondas en la masa,
No te pierdas en el ruido
Y el sopor de la ciudad
No te olvides
¡Aturdido!
Rompe al fin tu indiferencia,
Deja que entre a tu conciencia
Un rayito de verdad.
¡Solitario!
No te des al abandono
Ni te engañes con razones
Que no son la realidad.
¡Descreído!
Morirás de pena y frío
En la cárcel de tu hastío
Si no aprendes a confiar.
Si supieras
Que esa cruz que cuelga al
pecho
De tu cuerpo ya deshecho
De rodar y de rodar,
No es adorno
Ni fetiche ni amuleto
Sino clave de un secreto
Que te puede libertar.
¡Contémplala!
Son dos brazos que te invitan,
Es Dios mismo que te cita
Al refugio de su hogar.
No le aflojes,
Sacudí tu altanería,
Que ante Dios no es cobardía
Nuestro orgullo doblegar.
No te olvides
Que la vida se nos pasa
Y con ella la ocasión
De un nuevo empezar.