17º Domingo de
Pentecostés
Salmo 51:1-11 - Éxodo 32:7-14 - 1 Timoteo
1:12-17 - Lucas 15:1-10.
Hoy nos toca
hablar de pecado. Venimos transitando el tiempo litúrgico en el que vemos cómo
somos, cómo espera Dios que seamos y qué espera de nosotros, la Iglesia.
Es importante
reflexionar sobre el pecado, no porque seamos moralistas o insistamos en lo
pecadores que somos para auto castigarnos. No, reflexionamos sobre el pecado
para no olvidar que somos pecadores, y que cuando creemos tener las cosas
“claras”, muchas veces estamos pecando.
En el texto del
AT se nos muestra la dureza de corazón del pueblo de Dios, que ante las
dificultades necesitaba otro “tipo” de Dios, uno que pudieran ver y tocar, como
el becerro de oro. Dios los liberó de Egipto guiando en ese desafío a Moisés,
pero ellos se apartaron de Él. Es el pueblo elegido, pero es un pueblo pecador
que se aparta de Dios… Está presente el pecado.
En el pasaje de
la carta de Pablo a Timoteo, es Pablo mismo quien se reconoce como un pecador
en el que actuó la gracia y el amor de Dios. Pablo dice que Jesús vino a salvar
a los pecadores, de los cuales él es el primero. Otra vez… Está presente el
pecado.
Finalmente el
texto del Evangelio de Lucas también nos habla de pecado. Comienza diciendo el
pasaje que se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para oírlo. Los
fariseos y los escribas murmuran debido a esto, considerando que un maestro no
se debía juntar con “esa” gente. Jesús responde al murmullo con tres parábolas.
El leccionario nos propone detenernos en las dos primeras, la de la oveja
perdida y la de la moneda perdida. En estas parábolas, la estructura interna
está compuesta por: pérdida – encuentro – gozo.
La frase fuerte
de Jesús en el caso de la primera es: “Les digo que así también será en el
cielo: habrá más gozo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve
justos que no necesitan arrepentirse” (Lc 15:7). En el caso de la segunda
parábola es: “Yo les digo a ustedes que el mismo gozo hay delante de los
ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (15:10).
Los escribas y
fariseos eran hombres que conocían, estudiaban y cumplían la Ley. Esta
observancia de la Ley los distanciaba de tantas personas que no podían cumplir
las leyes que ellos mismos habían escrito y aplicaban. Todas las personas que
no cumplían con sus leyes y normas eran considerados impuras, y por lo tanto,
personas pecadoras.
Es muy
significativo que sean estos impuros/as y pecadores quienes se acercan a
escuchar a Jesús. ¿Por qué se acercan? ¿Jesús les habla de algo que les gusta
escuchar? ¿Jesús los anima a ser impuros o no cumplir la Ley? ¿De qué les habla
Jesús? ¿Cuál es la actitud que Jesús tiene para con estos grupos de impuros,
pecadores y excluidos?
La iglesia
cristiana tiene todavía tanto que aprender del Maestro de Nazaret y de su
manera de relacionarse con las personas…
Vale decir que
estas personas eran consideradas de esta forma negativa por leyes y normas que
estos grupos de estudiosos y conocedores habían escrito o hacían cumplir. De
manera, que estas personas que escuchan a Jesús y se acercan a él, quizás no
eran tan pecadores como los legalistas “religiosos” afirmaban.
Por esto resultan
sugestivas las afirmaciones de Jesús respecto del gozo por el arrepentimiento
de los pecadores.
La tradición ha
considerado a lo largo de los años que en este relato los pecadores son quienes
escuchan y se acercan a Jesús: publicanos, prostitutas, gente pobre, gente
enferma, gente con necesidades… De esta manera se pone el acento en que Dios
recibe y perdona a esta “pobre gente”. En esta interpretación se acentúa el
perdón amoroso de Dios para todos aquellos que se apartan de una vida de
pecado.
Pero… ¿De qué
pecadores habla? ¿De los publicanos y compañía? ¿O hablará de aquellos que
decían quiénes eran los impuros y los pecadores? Si fuera así, la cuestión se
torna diferente. En esta línea de interpretación el foco se pone sobre los
escribas y fariseos, y en consecuencia, sobre nosotros, personas de iglesia,
gente de fe, buenos hermanos, buenas hermanas, gente de Dios. El acento no deja
de ser el perdón de Dios, salvo que ahora se trata del perdón de Dios para
nosotros y nosotras… quienes ya creemos en Él.
Tomémonos un
momento para pensar… ¿Cuántas veces los cristianos, personas de bien, hombres y
mujeres consagrados/as a Dios, nos hemos levantado en adalides de la santidad
(o de una presunta santidad) indicando con nuestro dedo índice, o mucho más
sutilmente, con miradas, comentarios, actitudes, falta de atención, desprecio,
quiénes son los pecadores e impuros en nuestra sociedad?
Seguramente hemos
dicho o hemos escuchado alguna de las siguientes frases: “no vive de acuerdo a
la Palabra”; “vive en pecado”; “no está en el camino”; “viven muy
livianamente”; “eso no es lo que Dios manda”; “Si vive así no puede estar
verdaderamente consagrada”; “La Palabra les condena”; “Yo no lo juzgo, Dios lo
va a juzgar”; “Yo no discrimino a nadie, pero esa forma de vivir no es de
Dios”; “No se qué Biblia lees vos, pero la mía dice que sos pecador”, etc.
¿Es esta la forma
en la que Jesús, nuestro Maestro, se relaciona con quienes se acercan a él?
Hemos sido los
cristianos quienes hemos justificado bíblicamente la necesidad y lo beneficioso
de tener esclavos.
Hemos sido los
cristianos quienes hemos justificado bíblicamente la necesidad de colonizar
otros pueblos, otras culturas, otras creencias.
Hemos sido los
cristianos quienes, con fundamento bíblico, hemos desarrollado el sistema de
segregación racial en Sudáfrica denominado “Apartheid” hasta el año 1992.
Hemos sido los
cristianos quienes afirmábamos en plena dictadura militar argentina: “aquí no
pasa nada”, “los argentinos somos derechos y humanos”.
Hemos sido los
cristianos quienes hemos salido a la calle, cacerola en mano, reclamando por
nuestros ahorros, pero no nos hemos movido ni un metro para reclamar por el
hambre de nuestro prójimo.
¿Quiénes son los
pecadores del relato del Evangelio?
¿Quiénes son los
que se tienen que convertir y habrá gozo en el cielo?
¿Quiénes
necesitan tener más amor de Dios en su corazón?
¿Quiénes deben
dejar de juzgar para comenzar a amar?
Presentación:
“¿Quiénes son pos pecadores?”.
Decía al comienzo
que siempre es bueno reflexionar sobre el pecado. Ahora debemos asumir nuestra
culpa, nuestras faltas, nuestra distancia de la práctica de Jesús, nuestro juicio
fácil, nuestra falta de amor…
Quiera nuestro
buen Dios, darnos corazones honestos, para que podamos volvernos a Dios. Para
que podamos tener un corazón como el de Jesús, quien no juzgó ni condenó a los
que no eran “tan santos”, sino que se acercó a ellos, les habló, los escuchó,
los incluyó, y se hizo uno de ellos, en contra de lo que los “supuestamente
buenos” decían que había que hacer. Que así sea, Amén.
P. Maximiliano A.
Heusser
Córdoba,
Argentina.